El 5 de junio, a las 19:00 horas, en la galería Claroscuro (Frontera 142, Roma Norte, Ciudad de México), se inaugura la exposición Por esto me refiero a todo, del dúo fotográfico conformado por Pablo Íñigo Argüelles y María Prieto, fundadores de Proyecto Análogo.
La muestra, que podrá visitarse hasta el 21 de junio con entrada libre, reúne quince imágenes trabajadas en técnicas analógicas y tomadas entre 2017 y 2024. A través de una mirada íntima y fragmentaria, los artistas exploran la posibilidad de narrar el todo desde lo mínimo, desde aquello que permanece oculto en los recovecos de la memoria.
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La frase que da nombre a la exposición —por esto me refiero a todo— fue hallada por azar por Pablo en enero de este año en la Biblioteca Pública de Nueva York, en un recorte fotográfico de Lee Friedlander.
“Las imágenes, sin rostros explícitos y con paisajes que parecen contener algo más, se presentan como vestigios de lo que no se ve pero se intuye: la presencia hablando al mismo tiempo de todas las ausencias”, afirman los artistas de Proyecto Análogo. Esta cita resume la intención poética y conceptual del proyecto: capturar lo invisible, lo que late en lo cotidiano y en el silencio de las formas.
A partir de este hallazgo casual, la pareja revisó cuidadosamente negativos olvidados de años anteriores —primero en su archivo en Nueva York y luego en su estudio en México— con la intención de redescubrir aquello que había sido ignorado.
Inspirados por la noción de la reciente galardonada Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025, Graciela Iturbide sobre los “dos momentos decisivos” en la fotografía (el instante del disparo y el de su redescubrimiento), comenzaron una selección intuitiva, intervenida por juegos de azar y ejercicios como el cadáver exquisito. El resultado es una serie que revela una sensibilidad en evolución, donde incluso las imágenes más abstractas, como Hombre en el Lago Michigan, contienen una resonancia narrativa poderosa.
La experiencia formativa de ambos en el International Center of Photography (I) en Nueva York cambió profundamente su aproximación al medio fotográfico.
“Dejamos de fotografiar mucho y empezamos a leer mejor nuestras fotos”, cuentan.
La fotografía, para ellos, ya no se limita al instante técnico, sino que se extiende al caminar, leer, conversar o incluso cocinar. En ese proceso, el lente analógico funciona como un puente con la memoria: la materia física del negativo, el trabajo en el cuarto oscuro y la limitación de disparos se convierten en condiciones propicias para una reflexión más pausada y profunda.

Más allá del gesto técnico, lo que une el trabajo de María y Pablo es una práctica entrelazada con la literatura, la música, el urbanismo y la amistad. Las influencias literarias van desde Las ciudades invisibles de Calvino, pasando por la poesía de José Emilio Pacheco, hasta las ideas arquitectónicas de Koolhas y el misterio simbólico de Maeterlinck.
María, con formación en diseño, y Pablo, como escritor, encuentran en la hibridación una forma de lectura expandida de la imagen. La muestra no es entonces un archivo, sino una constelación afectiva que dialoga con el tiempo, el espacio y las experiencias compartidas.
Uno de los elementos más significativos de Por esto me refiero a todo es el componente colaborativo. Durante la clausura, el 21 de junio, se presentará un fotolibro que reúne las obras de la exposición intervenidas por más de veinte artistas de distintas disciplinas, entre ellas cerámica, bordado, collage y poesía. El ejercicio —libre, espontáneo y afectivo— busca provocar nuevas lecturas de las imágenes, bajo la premisa de que el arte no puede existir en soledad.
“Desde el inicio de nuestro proyecto hemos querido que nuestras fotos no solo dialoguen entre sí, sino que lo hagan en otro tiempo y en otro espacio, en otras disciplinas y desde otros ojos”, explican.
Además, durante las tres semanas de exhibición se realizarán conversatorios con otros artistas y un taller urbano que buscará activar la reflexión colectiva sobre la fotografía analógica.
Para Pablo y María, estos espacios de diálogo son fundamentales: “Cuando una técnica se vuelve una cámara de eco, se pierde la noción de realidad. La conversación es esencial para entender nuestro contexto”.

Esta visión comunitaria ha estado presente desde los orígenes de Proyecto Análogo, iniciativa que fundaron en 2017 como una forma de experimentar con cámaras análogas, pero que rápidamente se transformó en una plataforma de creación expandida y crítica.
Después de exponer su trabajo en Suiza, España, Nueva York y Miami, el regreso a México tiene una carga emocional importante. Presentar la muestra en la capital representa, para ellos, una reconciliación con el origen y una oportunidad de volver a dialogar con su contexto natal.
“Sentimos que la ciudad nos dice: ‘regresen, aquí estoy’. El regreso es necesario para saber dónde estamos”, comparten con honestidad.
Al final, lo que esperan lograr con esta exposición es sencillo, pero profundamente humano: que al menos una imagen logre resonar en alguien, que el azar actúe y se genere una conexión inesperada. Esa chispa, como la que encendió todo el proyecto al encontrar una frase perdida en un archivo olvidado, es el verdadero objetivo emocional y estético de esta muestra.
Escuchar a Pablo y María fue como volver a descubrir que una imagen puede contener tanto sentido como un poema o un sueño recuperado.
Por esto me refiero a todo no solo es una exposición fotográfica, es un acto de volver a mirar, de escuchar lo que antes se nos escapó. En una época donde las imágenes y snaps sin sentido abundan pero rara vez se contemplan, este proyecto es una invitación a desacelerar, respirar, a mirar con otros ojos y a entender que, muchas veces, el todo no está en lo grandioso, sino en lo aparentemente insignificante.
PCL