La polifacética señora Woolf

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La autora de ‘La señora Dalloway’ fue una de las escritoras más innovadoras del siglo XX, tanto por sus recursos narrativos como por su análisis feminista del oficio de escritora.

Virginia Woolf se suicidó un 28 de marzo de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial. Había perdido su casa de Londres en los brutales bombardeos alemanes de 1940. Seguramente eso contribuyó a aumentar su depresión y las dolencias psicológicas que padecía, en gran medida, derivadas de los abusos sexuales sufridos en su niñez por parte de sus dos hermanastros mayores y por pérdidas familiares tempranas.

Virginia nació en Londres en 1882, bajo el apellido Stephen y fue educada en casa, rodeada de amigos de la familia que eran escritores, artistas prerrafaelistas o fotógrafos, como Henry James, Julia Margaret Cameron, Alfred Tennyson, Thomas Hardy o Edward Burne-Jones, entre otros. Tras la muerte de su padre, en 1904, ella y sus hermanos se mudaron a una casa del barrio de Bloomsbury, la cual se convertiría en sitio de reunión de intelectuales y escritores de la época, y donde Virginia conocería a su marido Leonard Woolf, economista muy cercano a John Maynard Keynes, y de quien tomaría su apellido.

A partir de entonces Virginia comenzaría a escribir y se convertiría en una de las escritoras más innovadoras del siglo XX, siendo su característica principal el uso del llamado flujo de la conciencia, en el que, en lugar de la descripción formal de personajes y diálogos, utiliza el monólogo interior de sus protagonistas como eje narrativo. Esta técnica fue utilizada por escritores como James Joyce, William Faulkner y T.S. Eliot.

Woolf escribió nueve novelas, siendo las más conocidas: La señora Dalloway, Al faro, Orlando y Las olas.

También escribió una colección de cuentos, biografías, ensayos y una obra de teatro, además de algunos papeles autobiográficos y diarios.

Además del oficio de escribir, Virginia se convirtió también en editora, cuando decidió emprender la aventura de fundar una editorial con su marido en 1917: la Hogarth Press que, con el tiempo, llegó a convertirse en un símbolo de vanguardia en el que fueron publicados sus libros y los de los del grupo de Bloomsbury, como Katherine Mansfield, E.M. Forster y T.S. Eliot, con los diseños de portada de su hermana, Vanessa Bell, y que le dieron su imagen característica de diseño modernista. Para la escritora, ejercer el oficio de impresora le proporcionó también una perspectiva visual y tipográfica que influiría para escribir su obra personal.

Por último, se encuentra su faceta de feminista y por la cual ha sido muy reconocida. Escribió varios ensayos en los que analiza el tema de la desigualdad de la mujer y lo que implica para desarrollar el oficio de escritora, entre ellos, Una habitación propia, Tres guineas y Matar al ángel de la casa.

Una habitación propia es un texto basado en un par de conferencias que dictó en colegios para mujeres en la Universidad de Cambridge entre 1929 y 1931, y continúa siendo un análisis lúcido y rotundo donde afirma que la libertad intelectual depende de la libertad económica que pueda tener una mujer.

AQ

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