Ciudad de México /
De golpe me detuve,
la invitación estaba hecha
y no dudé: ser uno más,
entrelazado bajo el suelo a todos ellos.
Qué fácil, a esa edad, hundirse,
qué paz dan las raíces,
en vez de estar sobre dos pies.
Todo lucía profundo y grato.
Yo estaba listo, pero algo me distrajo,
tal vez un soplo frío
o ver cruzar los pájaros veloces,
y me bastó anhelar sus alas
para que el sueño que tenía
se fuera por las ramas
y me encontré de nuevo
ahí, sobre mis pies,
parado en la arboleda,
sin alas ni raíces.
AQ