Las lágrimas aún están frescas en la memoria. El eco de la ovación en Las Vegas todavía vibra en el pecho. El pasado sábado 31 de mayo, Armando El Toro Reséndiz hizo historia al derrotar de manera contundente al estadunidense Caleb Plant y volverse campeón interino de la Asociación Mundial de Boxeo en los supermedianos. Una victoria que no solo cambió su carrera, sino que tocó el alma de miles de mexicanos.
Fue, sin duda, la pelea más importante de su vida. Por el nivel del rival, por el escenario, por lo que se apostaba sobre el ring. Y sin embargo, al hablar con él, queda claro que la verdadera recompensa fue otra.
En una charla íntima y exclusiva con Grupo Multimedios, a solo unas horas de haberse ceñido el cinturón dorado, Reséndiz no habló de cifras, ni de contratos, ni de fama. Habló de fe. De familia. “Gracias Señor, sí se pudo”, fueron las primeras palabras que soltó tras escuchar la decisión dividida que le daba el triunfo. Un grito de alma que resumía años de lucha, de noches con hambre y de sueños que muchos daban por imposibles.
Los recuerdos del día más importante de su vida.
“Yo sabía que iba a ganar. No porque fuera mejor, sino porque no tenía nada que perder. Él era el que debía preocuparse”, recordó sus declaraciones con esa mirada de toro bravo que se enciende cuando habla de pelea, pero que se suaviza al recordar a su madre subiendo al ring, entre sollozos, para abrazarlo después del combate.
“El sábado por la mañana, lo primero que hicimos fue rezar el rosario. Estaban mi mamá, mi papá, mi abuela, mi esposa y mi hermano. Todos de rodillas. Yo no pude hacerlo porque tenía que cuidarme, pero ellos sí se hincaron. Le pedimos al Señor fuerza, sabiduría, claridad... Estábamos abiertos a lo que él quisiera para nosotros”.
El camino al cuadrilátero fue una ceremonia. No hubo lujos. Hubo concentración, oración compartida con su entrenador, el repaso silencioso de cada estrategia, cada ángulo, cada golpe ensayado. “Fue la pelea más inteligente que he hecho”, ite. Porque si algo demostró Armando Reséndiz es que la fuerza sin cabeza no sirve y la cabeza sin corazón tampoco.
En la arena, el ambiente era eléctrico. Aunque entró por una zona poco transitada, una multitud lo siguió en cada paso, como una ola de esperanza mexicana en territorio extranjero. “Se sentía el respaldo. Me llenó de paz, me llenó de fuerza”, confesó con los ojos humedecidos que contrastaba con su sonrisa de oreja a oreja.
Y al sonar la campana, emergió ese toro del que todos hablan. El que no se dejó intimidar por la confianza de Plant. El que se fue creciendo con cada round. El que peleó con el alma, con la defensa intacta y el corazón expuesto.
“Nunca perdí la confianza ni la fe. Él es un gran peleador, claro. Pero yo sabía lo que había hecho, sabía lo que podía lograr. Cada round que pasaba me convencía más de que íbamos a ganar”.
“Nunca perdí la confianza y la fe en algunos momentos, pero conforme iban pasando los rounds me iba convenciendo más de que podíamos ganar esa pelea”: Armando Reséndiz.
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“Creo que fue la pelea más inteligente que he hecho. Nunca descuidamos la defensa. Fue una agresión controlada. Teníamos que hacerlo así para no exponernos. Me gusta soltar golpes, dar show, porque el público merece todo nuestro respeto. Pero también había que pelear con cabeza”.
“Creo que fue la pelea más inteligente que hemos hecho. A pesar de que podíamos tal vez dar un poco más, nunca nos descuidamos”: Armando Reséndiz.
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Cuando los jueces dieron su veredicto, el tiempo se detuvo. Una tarjeta para Plant, una para Reséndiz, y luego... el milagro hecho anuncio. El mexicano levantó los brazos al cielo y gritó: “¡Gracias Señor!”. Fue como si todo México lo hubiera gritado con él.
“Fue lo primero que salió. Se me aflojaron los sentimientos, se me querían salir las lágrimas. Lo viví tantas veces en mi cabeza que verlo hecho realidad fue una liberación, una carga menos en los hombros”
“Mi primera reacción fue agradecerle a Dios: “Gracias, Señor, sí se pudo”. Cuando le dieron una tarjeta a él, sentí que todo se venía abajo. Pero cuando dijeron “The new”… esa palabra mágica nos llenó de felicidad”.
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Su mamá le dijo “Era como David contra Goliat. Hablábamos de cómo sin Dios no podríamos lograrlo. Ver todo lo que se dio ese día fue muy fuerte, muy emotivo”.
“Nosotros siempre vemos la grandeza de Dios en estos momentos. Nos ponemos a analizar cómo se dan las cosas y decimos: “Esto, sin Dios, no lo puedes lograr”: Armando Reséndiz.
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Desde entonces, su celular no ha parado de sonar. Mensajes, llamadas, felicitaciones que inundan sus redes como una cascada de cariño. “Estoy tratando de contestar a todos. Ténganme paciencia, pero sepan que los llevo en el corazón”, dice entre sonrisas agotadas pero plenas.
¿Qué viene después? Marcas lo buscan, promotores lo tientan, aficionados claman por nuevas peleas.
Para ser, el mejor hay que ganarle a los mejores
Sobre una posible contienda frente a Saúl Canelo Álvarez. Él no se cierra.
“Si lo he pensado. Para mí sería un honor. Yo dejo que las cosas se den, que el público lo pida. Sería un honor pelear con mi compatriota, una figura del boxeo mexicano y mundial. Claro que eso se puede llegar a dar. Por mi parte, encantado”.
—¿Y si te proponen pelear con Canelo?
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Sí, lo he pensado. Para mí sería un honor. Yo dejo que las cosas se den, que el público lo pida. Sería un honor pelear con mi compatriota, una figura del boxeo mexicano y mundial.
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Armando Reséndiz es parte de una nueva generación de gladiadores mexicanos que están cambiando el rostro del país. Junto a nombres como Isaac del Toro o Penta Zero Miedo, demuestra que México también es trabajo, disciplina, fe y talento.
“Me siento orgulloso y motivado a seguir haciendo las cosas bien. Si en algún momento llego a ser un ejemplo para los jóvenes, que vean que con disciplina, aunque a veces es difícil, se pueden alcanzar muchas cosas si luchas y le echas ganas”.
“Si en algún momento llego a ser un ejemplo para los jóvenes, que vean que con disciplina, aunque a veces es difícil, se pueden alcanzar muchas cosas si luchas y le echas ganas”: Armando Reséndiz.
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Y así, entre el sudor, los rezos y la gloria, un muchacho de 26 años que un día soñó con ser campeón, hoy carga en sus manos el símbolo de una nación que no se rinde.
Armando Reséndiz no ganó solo una pelea. Nos recordó que la fe, cuando se entrena con disciplina, puede volverse invencible.
“Que no desistan. Que no dejen que nada ni nadie les arrebate sus sueños. Que tengan paciencia. A veces parece que no avanzas, pero la perseverancia y la disciplina te llevan a donde quieres llegar”.
ASCG