Fue un buen comienzo para las mujeres. En su primer mes como presidenta de la República, Claudia Sheinbaum Pardo envió al Congreso un paquete de reformas para impulsar la igualdad sustantiva de género, entre las que destacan acciones como el reconocimiento legal de la brecha salarial y el blindaje constitucional para que el Estado asuma mayor responsabilidad para cerrarla.
Más allá del discurso y las buenas intenciones, estas reformas —que se aprobaron en el Senado y en la Cámara de Diputados a fines de 2024—, son un primer paso para ir de la retórica a la realidad de la vida de las mujeres, o como diría la politóloga estadunidense Hanna Pitkin, para saltar “de la representación política descriptiva a la sustantiva”, explica Grecia Cordero, especialista en Teorías de la Democracia y académica de la UNAM.
La iniciativa en sí es, digamos, un ejemplo de lo que una mujer con ideales feministas puede hacer en el ejercicio del poder. Es decir, el punto a destacar no es solo la intención de cerrar la brecha económica, sino más bien lo significativo de llegar a tal puesto de decisión y propuesta, tras una lucha de más de 70 años por la participación política femenina, con la idea de legislar, juzgar y ejecutar con perspectiva de género y una vez ahí, decidir “hacer”.
Porque siendo sinceros, las cuotas no bastan. La paridad legislativa y la presencia de gobernadoras en los estados y de una mujer en Palacio Nacional, en sí mismas son apenas la base del cambio, falta que esas mujeres que hoy están en esos puestos, también accedan al poder, explica la politóloga Karolina Gilas: “No solo ser, sino hacer”.
Hay que tener claro, agrega Gilas —autora de Representación simbólica de las Mujeres en América Latina, entre otros libros—, que el hecho de que haya mujeres en espacios públicos es fundamental, pero no suficiente para transformar las instituciones y equilibrar las relaciones depoder. “Para eso también hay que hacer, ya que traducir las experiencias en decisiones públicas no se logra solo con empatía”, apunta la politóloga.
La importancia de las cifras
Tanto en México como en el mundo, la participación de las mujeres en la política, sea como electoras o como actoras, ha sido un ideal a perseguir junto con la igualdad económica, la corresponsabilidad en casa en materia de cuidados, y el igualitario a la educación y a la salud, a fin de promover la igualdad de género y el reconocimiento de los derechos civiles y políticos de las mujeres. Y los avances siempre se han medido en términos cuantitativos.

Es decir, según las dimensiones definidas por Pitkin, en un plano meramente descriptivo. Porque si bien para alcanzar la igualdad sustantiva debemos actuar, medir los avances y los rezagos ayuda a saber dónde estamos y a ajustar los objetivos y las políticas para seguir adelante. Por ello, ONU Mujeres, el Word Economic Forum y otros organismos multilaterales o privados, han generado rankings que evalúan los avances en las diversas esferas de la vida diaria en las que las mujeres viven en desigualdad.
En el caso de México, según los datos, la participación política de las mujeres ha aumentado significativamente en la última década. Por ejemplo, en la Cámara de diputadas y diputados, laparticipación de las mujeres pasó de 16.8 por ciento en el año 2000 a 50 por ciento en 2021 y 2024. Este progreso se debe a factores como las demandas de movimientos sociales y feministas, la implementación de cuotas de género en la década de 1990 y las reformas constitucionales de 2014 y 2019, que establecieron y fortalecieron la paridad de género.
Además, como resultado de los comicios de 2024, actualmente el Congreso de la Unión tiene una integración paritaria y en los Congresos Locales, 53.5 por ciento de las curules en las entidades federativas son ocupados por mujeres, lo que significa que en más de 80 por ciento de estos congresos se ha logrado o superado la paridad. Por otro lado, hoy 13 mujeres son gobernadoras de manera simultánea.
Sin embargo, aún hay huecos. La participación de las mujeres en el poder local ha avanzado más lentamente, en especial en las presidencias municipales o alcaldías, ya que hoy solo tres de cada diez municipios del país están encabezados por una mujer.

La brecha ideológica
Tomando como base las cuatro dimensiones de la representación política de Hanna Pitkin, uno de los mayores retos hacia la igualdad que enfrentan las mujeres que hoy gobiernan y legislan en México es acortar la distancia entre lo que dicen y lo que realmente pueden hacer, señala Gilas, especialista en representación política, democracia, y el estudio de género en el ámbito electoral.
Y más allá de eso, está también lo que ellas quieran o no hacer, afirma Grecia Cordero. “Mi visión es algo pesimista, pero ¿por qué asumir que con llegar a un puesto de representación, una mujer va a legislar (o actuar) en favor de las mujeres?”. Se habla mucho de que los partidos políticos limitan el actuar de sus mujeres senadoras y diputadas, pero “si pensamos en las mujeres como un sujeto político universal abstracto, estamos equivocados, eso no existe”. Según Pitkin, la representación descriptiva solo exige que se cumpla con estar y sumar a la cifra, sin importar las acciones que se emprendan.
En tanto la sustantiva significa actuar en el interés de tu electorado y aquí está el dilema: “¿cuál es el interés de las mujeres">
Así las cosas, es bueno que las mujeres lleguen a puestos de representación popular, sí. Es garantía de que esas mujeres legislarán en el interés de las otras mujeres, no. Pero no es criticable ni tampoco imprescindible. “Lo que se necesita es una reconciliación cultural, en la que se eduque a hombres y mujeres con la certeza de que los derechos humanos son importantes para ambos.
Es decir, no se debe pelear por los derechos de la mujer y los derechos del hombre, sino por los derechos humanos. “En ese momento estaremos en una nueva etapa de la democracia, donde realmente prevalezcan estos valores de libertad, igualdad y fraternidad”, dice Cordero, quien trae a la mesa a la presidenta Sheinbaum como alguien que “está cumpliendo con esa idea humanista. Ella abona en la representación descriptiva y de alguna manera también en lo sustantivo”.
Lo que se requiere para lograr la igualdad, agrega la politóloga, “es una reforma estructural en un sentido amplio, social y cultural, donde tú no necesitas ocupar un cargo para poder ser valiosa. Basta con que seas mujer. No importa nada más. Y garantizar una democracia en donde tengas la libertad de decir: soy ama de casa porque quiero, o soy mamá, porque quiero. O igual decir: no lo soy porque no quiero”.
OMM