La ceremonia previa es una recreación de rituales mayas en honor a Ixchel, la diosa de la Luna y la fertilidad. Sin embargo, el esfuerzo de los remeros y remeras que participan en la Travesía Sagrada es real y palpable, tanto como los seis meses que emplean en prepararse, el sudor en sus cuerpos que escurre sin cesar y la fuerza abrasadora del sol que les golpea durante las seis horas que tardan en cruzar desde Polé (hoy Xcaret) hasta Cozumel. Un verdadero maratón acuático a puro brazo partido.
Cerca de 300 canoeros y canoeras (casi en razón 50-50) participaron de la Travesía Sagrada Maya este año, una regata auspiciada por Grupo Xcaret con la idea de generar comunidad y forjar lazos entre los habitantes de Quintana Roo y construir un entramado social que utilice el espíritu maya como pegamento.
Desde hace 17 años, esta travesía ha atraído a propios y extraños hasta constituirse en una nueva tradición, no maya, sino más bien cosmopolita y moderna, pues en ella participan habitantes de Cozumel, Playa de Carmen y otras poblaciones de la Riviera Maya donde la diversidad ha sentado sus reales. Argentinos, españoles, colombianos y mexicanos, muchos de ellos mayas, tomaron el remo en esta edición los días 16 y 17 de mayo.

La idea de la Travesía era reconocer que los mayas fueron navegantes y que Cozumel fue en algún momento el centro comercial más importante del Caribe mesoamericano. Eliminar las rutas de navegación fue la estrategia clave para consolidar la conquista de los españoles sobre el territorio maya. La prohibición de la navegación por parte de los colonizadores llevó a que, con el paso de las generaciones, este conocimiento se fuera olvidando.

Hoy, con la Travesía Sagrada Maya, se está desarrollando una nueva tradición, con nuevos portadores de este saber ancestral y ya hay participantes locales de la región que han mantenido este compromiso durante casi dos décadas e incluso lo han pasado a sus hijos.

La Travesía Sagrada es de principio una experiencia transformadora para los participantes, pero más ampliamente resulta en una buena estrategia para generar comunidad y prosperidad compartida, en donde el turismo, la cultura y el desarrollo sostenible se unen en un mismo propósito preservar la riqueza biocultural de México.

OMM