Los inversionistas expertos creen que la ventaja que hay con Donald Trump es que se conoce su postura. Esto puede ser cierto en cuanto a su afición por el fraude, su desprecio por los inmigrantes y el déficit comercial. Sin embargo, en lo que respecta a Trump y China, los economistas deberían abandonar la advertencia de que “todos los factores se mantienen iguales”.
Nada que tenga que ver con la política de Trump hacia China es predecible, y mucho menos igualitario. ¿Le importa Taiwán? Echemos una moneda al aire. ¿Quiere que EU se desvincule de China? Hagamos girar la ruleta. Es poco probable que la supuesta llamada telefónica de Trump con el presidente chino, Xi Jinping, disipe nuestra confusión. China es el enigma definitivo de Trump.
No se puede culpar a los chinos por ser renuentes a hablar con él. A finales de abril, Trump declaró a Time que Xi le llamó, “y no creo que sea una señal de debilidad de su parte”. No se produjo ninguna llamada.
Cualquier interpretación que Trump haga de la psicología de Xi debería atribuirse, por lo tanto, a una alucinación al estilo de una inteligencia artificial (IA). El Ministerio de Relaciones Exteriores de China acusó a Trump de “engañar al público”, algo que, según los estándares actuales, era respetuoso. Pero no debemos confundir la evasión de Xi de los insultos de “guerrero lobo” con sumisión a Trump en la guerra de los aranceles. China no es el Reino Unido. Los chinos están tan confundidos sobre el objetivo final de Trump como todos los demás.
Si Xi finalmente accede a una llamada con Trump –la primera desde su toma de protesta– las declaraciones en pugna entre Washington y Beijing serían una lectura interesante. Es casi imposible imaginar a Xi accediendo a participar en uno de los especiales del reality show por televisión de The Oval Office de Trump. Esa apuesta arriesgada tuvo un gran impacto negativo en el ucraniano Volodymyr Zelenskyy y el sudafricano Cyril Ramaphosa, y fue útil para el canadiense Mark Carney y, posiblemente, para el británico Keir Starmer. Xi nunca aceptará pasar por ese reto. Ni debería hacerlo.
él dice"China es un adversario potencial...
Pero lo que realmente me preocupa somos nosotros”
El componente chino-estadunidense de la intermitente guerra comercial de Trump está en una categoría aparte. El resto se basa en quejas exageradas o imaginarias. Es tan poco probable que la Unión Europea ita que su impuesto al valor agregado es una barrera comercial como que Canadá ita exportar fentanilo a Estados Unidos (EU). Ambas son ficciones. En cambio, las ambiciones tecnológicas de doble uso de China plantean un gran dilema geopolítico para EU. La forma en que Trump las aborde es de interés general.
Sin embargo, tenemos poca idea de cuánto le preocupan a Trump. La ventaja de negociación es recíproca. EU podría seguir restringiendo el de China a la tecnología de IA y a los chips. Pero Trump ya relajó algunas de estas medidas. El director general de Nvidia, Jensen Huang, es un influyente defensor, junto con Trump, de una mayor relajación. Por otro lado, China tiene un control absoluto sobre el suministro mundial de tierras raras, crucial para una amplia gama de la producción estadunidense. Trump afirma que China incumplió el acuerdo del mes pasado para reanudar sus exportaciones de tierras raras a EU. Durante esa pausa, Trump redujo su arancel a China de 145 a 30 por ciento.
¿Volverá a aumentar los aranceles si China no levanta su embargo? No hay manera de saberlo. Hubo un tiempo en que Trump creía que TikTok, propiedad de China, era una amenaza para la seguridad nacional de EU. Ahora mantiene la red social activa en contra de la voluntad del Congreso y la Suprema Corte. Según vaya TikTok, podría ir la política de Trump hacia China.
La misma confusión reina sobre Taiwán. Muchas voces en la istración Trump instan a una defensa inflexible de Taiwán. Pete Hegseth, secretario de Defensa de EU, declaró la semana pasada: “La amenaza que China representa (para Taiwán) es real. Y podría ser inminente”. Pero pocos en EU, o en el mundo, toman en serio a Hegseth. Trump lo contrató para interpretar al jefe del Pentágono en televisión. Se cree que China se prepara para lanzar una invasión contra Taiwán para 2027. Hegseth bien podría estar diciendo la verdad. Pero no se puede asumir su credibilidad. Por lo tanto, Trump creó un verdadero riesgo para la seguridad nacional al tener un secretario de Defensa que grita que “viene el lobo”.
La incertidumbre que tenemos de Trump con respecto a China también afecta a la economía mundial. El presidente francés, Emmanuel Macron, habló en nombre de muchos la semana pasada cuando dijo: “No queremos que nos digan a diario qué está permitido, qué no está permitido y cómo cambiará nuestra vida por la decisión de una sola persona”.
Esa fue una forma de expresarlo. Aquí hay otra de Jamie Dimon, de JPMorgan: “China es un adversario potencial...Pero lo que realmente me preocupa somos nosotros”. Dimon tuvo la discreción de no nombrar al presidente estadunidense. Ante el dilema que plantea la errática actitud de Trump, China y el resto del mundo están de acuerdo.
GSC