Durante el último año, el INE y el TEPJF no fueron garantes de los votos ciudadanos, ni de la legalidad electoral.
Fueron cómplices de la manipulación de los votos y de las leyes, con efectos devastadores para la vida democrática del país. En torcer la ley a gusto del gobierno, los acompañó un ministro de la Suprema Corte, ahora embajador en España, seguramente en obsequio de su independencia.
No faltaron posiciones excepcionales en el INE y el TEPJF, personas que honraron su lugar , en medio del viaje al fin de la democracia mexicana.
Pero las dos instituciones, como tales, fueron un triste ejemplo, paralelo y progresivo, de cómo dejar atrás el espíritu democrático, profesional e imparcial que las fundó.
Sólo fueron quedando las etiquetas y un cierto prestigio inercial, usado para acabar de destruir lo que quedaba.
IFE y TEPJF han sido cómplices sobresalientes de la destrucción de la democracia mexicana, y de ellos mismos.
Aunque hubo resistencias personales a la complicidad, árbitros y jueces fueron sometidos por la mano del gobierno, la mano que sabemos ahora cuánto puede amenazar, extorsionar y obligar tras bambalinas.
Los árbitros del INE y los jueces del tribunal electoral pertenecen a la pequeña minoría de mexicanos que conocen a fondo el laberinto legal de las tareas que les fueron confiadas, y entienden su importancia histórica.
Fueron ellos quienes, con las excepciones del caso, a sabiendas de lo que hacían y de las consecuencias de sus decisiones, dieron al oficialismo una representación en el Congreso que no ganó en las urnas, y legalizaron la invención de una mayoría calificada que cambió la Constitución, acabó con el equilibrio de poderes y con los contrapesos al Poder Ejecutivo, dejando sembradas en las leyes las piezas suficientes para implantar un Estado militarizado y policiaco.
El INE y el TEPJF han sido las estaciones finales del tren que lleva a la autocracia. No fueron los autores del tren, sólo sus peones finales.
Los daños del Tren Maya parecen un juego de niños comparados con los que dejará el tren de la ausencia del INE y el TEPJF en la defensa de la democracia mexicana.