Escuché una agria crítica contra el multimillonario Jeff Bezos por el paseo de 11 minutos que se obsequió al espacio exterior: “… el dinero que gastó en ese capricho, lo debió haber donado a la gente pobre que lo necesita”. Esta es la clásica forma del pensamiento populista. Al profundizar en esta forma de pensar, de apariencia noble y humana, encontraremos explicaciones al espiral de pobreza que frena el desarrollo genuino de los pueblos. Adicionalmente exhibe resentimientos.
El gasto que realizó el señor Bezos en su viaje espacial dejó un caudal de beneficios muy superior y equitativo que entregar directamente una dádiva. Invirtió en investigación científica y desarrollo tecnológico; les pagó a mecánicos y obreros; consumió servicios, energéticos y manufacturas; su capricho movió el aparato económico del cual se beneficiaron quienes tienen el conocimiento, talento y experiencia en la rama.
La caridad aligera los cargos de conciencia pero no alivia la pobreza, antes bien, la llegaría a arraigar. Pedir, en nombre de los pobres, la repartición del dinero ajeno, es una voz justiciera que condiciona como materia y base de sus reclamos, que sigan existiendo pobres. Populismo puro. La inversión del viaje espacial de Jeff Bezos es muy similar al fenómeno de la industria turística. Los placeres del descanso, relajación, las vacaciones y su generosidad mueven un gran motor económico que conforma una larga cadena de producción. Y con la visión de un empresario de esta época ya olió el nuevo negocio de los viajes espaciales, lo que a su vez abrirá empleo e inversiones. Entre los refranes de las abuelas existe uno muy bello: “tiene más grande el corazón, el que da trabajo que el que da limosna”.
Tomás Cano