Sarah Vaughan

Ninguna otra cantante en la historia del jazz puede proclamar haber formado parte, como pianista, de la orquesta de Earl Hines, en la que también figuraban Dizzy Gillespie y Charlie Parker, cuando el género era revolucionado con el nacimiento del bebop. Pero más que nada, fue una gran cantante. Instalada en el Partenón de las divas del jazz, al igual que Ella Fitzgerald, tenía el potencial para adaptar cualquier tipo de canción a su estilo. Su amplio rango vocal se complementaba con sus extraordinarias dotes como improvisadora.

Sarah Vaughan
Sarah Vaughan

“La gente me llama una cantante de jazz, pero odio el término —señaló en una entrevista—. Una es una cantante o no lo es. Me gusta hacer todo tipo de materiales, siempre y cuando sea bueno”.

El 27 de marzo se celebrará el centenario de nacimiento de la cantante que a lo largo de su intensa historia lo mismo ejecutaba con maestría los clásicos standards del jazz que canciones de Brasil, rock, pop o comedia musical. Merced al amplio registro de su voz y una maleabilidad a toda prueba, en todos estos terrenos se movía como pez en el agua.

Tuve la fortuna de asistir a uno de sus conciertos en el Teatro de la Ciudad, una maravillosa puerta de entrada al mundo del jazz. Debe haber sido a fines de los 70, y la cantante nos maravilló con su voz única, muy por encima de quienes pretendían imitarla sin acercarse a su talento. La amorosa pasión que imprimía en las baladas puso a prueba cualquier corazón que se pensara impenetrable. Su garganta privilegiada realizó proezas que hacían de su voz un instrumento improvisador de gran calibre. 

Al terminar el concierto, cuando estaba a punto de ofrecer un encore, bajé desde el tercer piso del teatro para dirigirme al escenario con la intención de tomar una fotografía. La cantante percibió mi presencia y con toda la gracia que le caracterizaba posó frente a mi cámara y, por fortuna, tuve el temple suficiente para controlar la emoción y lograr un imagen que ahora forma parte de mis tesoros fotográficos.

FICHA

Navegar como una góndola en Venecia

Cuando Sarah Vaughan grabó un tributo a George Gershwin, Leonard Feather se asombró por su manera de abordar el repertorio. “En muchas de las piezas de este disco se ilustra la increíblemente rápida maestría de Sarah —escribió el crítico—, porque en muchos casos nunca había escuchado las canciones, ni siquiera había discutido la elección de un tono. (...) Sarah navegó en la sesión como una góndola en Venecia”. 


Google news logo
Síguenos en
Xavier Quirarte
  • Xavier Quirarte
  • [email protected]
  • Es autor de Ensayos de jazz y literatura (Editorial Doble A), es coautor de Por amor al sax y John Coltrane. Periodista especializado en jazz, rock y música contemporánea, sus textos han aparecido en los periódicos El Nacional, La Crónica y Milenio, y en revistas como Casa del Tiempo, Rock y Pop, Sólo Jazz & Blues, Círculo Mixup, La Mosca en la Pared, Cine Premier, Dos Filos, Sacbé y otras
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.