La alarma del reloj avisa a Víctor Santiago, que es la hora de iniciar el día, son las cinco de la mañana. Como todos los días, desde hace poco más de nueve años, Víctor Santiago, se levanta agradeciendo a Dios un día más.
Pero no es cualquier día, hay emoción en su rostro porque hoy en la primaria donde su hijo menor cursa el quinto grado, festejará el Día del Padre.
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Hace nueve años, Víctor cuida de sus hijos después de separarse legalmente de quien fuera su esposa quedándose al cuidado de sus dos pequeños, una niña de cuatro años, hoy tiene trece, y un niño de dos que hoy tiene nueve años, tarea que no ha sido nada sencillo para él, pero es el amor por ellos el que lo mueve todos los días.
“Ha sido difícil este proceso pero nadie nace sabiendo ser papá y mucho menos mamá pero ahora sí me tocó hacer la parte de los dos. Me tocó cambiar pañales, cargar con la pañalera, hacer los biberones, hasta la fecha me ha tocado hacer peinados o trencitas a mi hija, yo no sabía hacer trencitas, ahí fui aprendiendo todo, biberones, pañales, a jugar con ellos, con mi hija a las muñequitas y con mi hijo a los carritos”, dice antes de llegar a la entrada de la primaria donde su niño cursa el quinto año de primaria.
Tomados de la mano, Padre e hijo entran orgullosos al centro escolar donde también se festeja el Día de las Madres.
“Al principio lo vi como un caso difícil, si, sentía como tristeza pero ahora lo veo como un regalo de Dios. Es muy padre hacer este papel, me gusta hacer lo que hoy en vida llevo con ellos, En varias ocasiones salí con los dos, el niño en mi brazo, en el otro la pañalera y mi niña tomada de la mano”.

Mientras busca un lugar cercano al escenario donde su hijo bailará con sus compañeros, Víctor Santiago, no oculta su felicidad, no se quiere perder nada del desarrollo del pequeño.
“Cada día que despierto miro a mis hijos en sus camas durmiendo profundamente que no quisiera levantarlos pero hay que hacerlo pues es parte de su preparación ante la vida”.
Por fortuna, el papá tiene un trabajo que es de su familia, pero cumple con un horario de seis de la mañana a tres de la tarde, por fortuna ha tenido el apoyo de sus papás.
“Gracias a Dios es un horario en el que mis hijos están en la escuela, así que una vez que paso por ellos a la escuela a su hora de salida, los llevo a casa, le hago su comida, como con ellos, hacemos tareas y vamos al parque en días variados, pero si es una rutina que antes era muy pesada y difícil para mi, hoy en día es algo que hago con mucha felicidad”.

El festival ha empezado, don Víctor espera ansioso, ya quiere ver a su retoño participar con el baile que preparó su maestra Ruth para este día especial. Es uno de los momentos que anteriormente le ponían triste.
“Siento feo cuando hay eventos como el 10 de mayo, como es en diciembre que hacen arreglos para la Navidad, cuando hay juntas en el salón pues regularmente son las mamás las que acuden y mis hijos ven que no tienen a su mamá más sin embargo yo estoy ahí con ellos apoyándolos, ya ahorita se me hizo costumbre y a ellos también.
Víctor aplaude al ver a su hijo en el escenario, está visiblemente emocionado, no es para menos, su hijo preparó por semanas un baile junto a sus compañeros de grupo, ya esperaba este día para decirle a papá gracias por ser un padre muy padre, por tu tiempo, por tu amor, por no dejarnos solos, por estar cuando te necesito.
“Todavía me falta mucho que aprender pero la experiencia que he tenido con ellos en estos últimos nueve años ha sido muy bonita, son ellos los que me dan las armas para seguir aprendiendo”.
El festival ha terminado, antes de despedirse, hay un beso, un abrazo, un gesto tan puro entre padre e hijo lleno de amor y esperanza.
brr