Si la tendencia de consumo y desecho de dispositivos electrónicos en México no cambia, para 2050 el país habrá generado el equivalente a toda la basura electrónica que el mundo produce actualmente: más de 60 millones de toneladas.
Así lo advirtió Heberto Ferreira, investigador del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM, con sede en Morelia, Michoacán.
“Desde los años noventa, la cantidad de dispositivos que usamos ha ido en aumento (…) Actualmente, generamos alrededor de 12 kilos de residuos electrónicos por persona al año”, explicó Ferreira.
Esta cifra podría llegar a 18 kilos anuales por habitante en las próximas décadas, situando a México al nivel de Estados Unidos o Canadá.
Según datos del Global E-waste Monitor 2024, Estados Unidos genera aproximadamente 22,1 kilos de basura electrónica per cápita al año, mientras que Canadá produce alrededor de 20,4 kilos por persona.
El problema no es menor; cuando un teléfono o una laptop se desecha sin que su tiempo de vida haya llegado al límite, los componentes metálicos como plomo, oro o cio pueden filtrarse al ambiente.
“Al entrar en o con agua, luz, incluso si los quemas, generan lixiviados (…) van a contaminar el agua. Si nosotros llegáramos a beber esa agua contaminada por metales pesados, se sabe que producen cáncer en vías respiratorias, páncreas y otras partes del cuerpo”, detalló el especialista.
El modelo de consumo acelerado, impulsado por las marcas tecnológicas, agrava el problema. Antes, las personas renovaban sus dispositivos cada cinco años; ahora lo hacen cada dos.
“Cada vez que lanzan un nuevo dispositivo, promueven que compres el más reciente porque el anterior ya no servirá”, señaló Ferreira.

Ante ello, consideró indispensable que las empresas tecnológicas también asuman su responsabilidad.
“En países europeos e incluso Estados Unidos las empresas te dan bonos para que regreses el dispositivo que compraste con ellos. Ellos lo reciclan o lo disponen adecuadamente”, apuntó.
En contraste, en México estos incentivos son casi inexistentes, y la mayoría de los residuos terminan en tiraderos a cielo abierto.
El investigador llamó a actualizar la normativa vigente y establecer políticas públicas a nivel municipal, estatal y federal, que prohíban expresamente tirar residuos electrónicos en cuerpos de agua o áreas naturales.
“Eso se conoce como planes de manejo: que toda la basura electrónica generada por una población se disponga adecuadamente, se separe y no termine en los basureros”, explicó.
Además, alertó sobre la falta de conciencia ciudadana. Ferreira subrayó que, aunque se tiene cierto hábito de separar residuos orgánicos e inorgánicos.
“La electrónica, no puede ser inorgánica junto con todo lo demás. Hay que separarlo porque trae baterías, trae componentes de metales pesados”.
Pese a lo alarmante del panorama, el experto consideró que aún hay margen para actuar.
“Vamos a seguir consumiendo, la tecnología llegó para quedarse. Lo que sí tenemos que tener en cuenta es cómo logramos disponer de esa tecnología en forma adecuada para que no nos esté contaminando o pegando en salud”, concluyó.

Para Ferreira, el cambio empieza por “cambiar el chip”; entender que después de tres años de uso, un dispositivo ya cumplió su ciclo y debe ser reciclado, no almacenado ni tirado sin control.
La tecnología es una parte integral de la vida moderna, pero su uso responsable y la gestión adecuada de sus residuos son esenciales para proteger el medio ambiente y la salud pública.
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