Ha reaparecido Andrés Manuel López Obrador. No sólo en una casilla especial en Palenque, Chiapas, para emitir su voto. También se te reaparece 20 años después de su desafuero, pues ese hecho fundó su abierta confrontación con la élite del Poder Judicial y ese hecho, justo ahora, te tiene votando para botar al jet set que normalizó el nepotismo, el lawfare y la corrupción. No eres ingenuo: las votaciones cargan vicios de origen y ni siquiera van a zamarrear a las fiscalías o a las policías. Pero sí cambian el tablero político del último poder que se sentía intocable, aunque sea con una baja participación ciudadana. A las 21:00 horas se hablaba del 13-14 por ciento. A veces así funciona la democracia.
Pasadas las 10:00 horas llegas a tu casilla para votar. Mientras esperas en la fila, le preguntas a la mujer policía que le ha tocado vigilar qué tanta gente ha acudido. “Yo creo que más de 50 personas”, te dice. “Ya había fila desde antes de que ‘aperturaran’ la casilla”. Te sorprende el número porque tus vecinos de la Roma Norte sólo votan cuando hay elecciones presidenciales o cuando se llama a votar en contra de la 4T. Los propios funcionarios de casilla están extrañados. Te dice uno: “Pensé que iban a votar menos o igual que el plebiscito al que convocó López Obrador en 2021 para juzgar a los ex presidentes”. Entonces recuerdas que aquella vez se habló del siete por ciento de participación y que López Obrador lo consideró un triunfo.
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Te entregan nueve boletas. Seis son para escoger 37 cargos de entre 212 postulantes. Tan sólo para la Suprema Corte, para el Tribunal Electoral y para el Tribunal de Disciplina Judicial —la boleta que te parece la más importante— son 117 aspirantes. De otros 89 candidatos debes votar por 17. Sentado en una mesa con mampara, sacas tus notas. Has estudiado varios perfiles los últimos días y también has revisado algunos de los ilegales ‘acordeones’. Aun así, has seguido sin cubrir todos tus votos. Por eso decides anular los que no han acabado por convencerte. Quieres dejar en claro que anular no significa que rechazas la elección. Ya quedó claro que la confrontación de López Obrador con el Poder Judicial es tu motivo para votar. Significa que no quieres votar a la de 'tin marín de do pingüé'.
Cuando estás metiendo las boletas en la urna llega Marcelo Ebrard, secretario de Economía. Sus escoltas lo siguen como si fueran la cola de un cometa, pero esta vez se quedan afuera. Hace tiempo que Ebrard no se aparecía por el barrio. Hasta una de las funcionarias le dice:
“Qué bueno que otra vez te tengamos por acá de vecino”. Antes de las elecciones de 2024, todavía se llegaba a ver a Ebrard trepado en un auto eléctrico que guardaba en su casa, Plaza Río de Janeiro 46, por la que pagaba un mínimo de 900 mil pesos al año, según documentó MILENIO en 2015.
Dejas de pensar en Ebrard porque un mensaje te alerta de que AMLO ha reaparecido. Ni modo que no: López Obrador propuso esta inédita elección el 5 de febrero de 2024, pero por él la hubiera propuesto en 2006, cuando denunció la participación directa del Poder Judicial antes, durante y después de las elecciones presidenciales de aquel año. Te acuerdas entonces de aquello de “que se vayan al diablo con sus instituciones”. Piensas, además, que astutamente el ex mandatario ha reaparecido para convalidar las votaciones, para añadirles la mística obradorista, para ensalzar a la presidenta Claudia Sheinbaum y, de paso, para promocionar su nuevo libro. Ya se verá con qué narrativa salen los opositores que aseguraban que López Obrador estaba escondido sabe en qué madriguera.
Uno de los funcionarios de tu casilla, publicista de profesión, tiene una hipótesis que no sabes cómo interpretar: “López Obrador trascendió porque la mayoría de los mexicanos no conoce a su papá y él representa un padre”.
Mientras sobre Reforma marchan trabajadores del Poder Judicial, organizaciones sociales e integrantes de Somos México —el refugio de políticos en desgracia que buscan crear un partido—, y mientras autonombran a su protesta como “Domingo negro” y gritan “¡Viva México libre!, “¡Fuera Morena!”, o “Juez votado, corrupto asegurado”, y mientras un hombre pintado de payaso y disfrazado de ministro asegura que “la democracia ha muerto”, y mientras marchan porque es su derecho, tú visitas casillas cercanas a la tuya.
En la casilla 4762 básica, instalada en Carmona y Valle, colonia Doctores, uno de los funcionarios te dice que a esa hora (las 13:00 horas) han asistido no más de 60 votantes, que él los ha ido contabilizando ante la poca asistencia. El oficial que cuida del lugar te dice que él entró a la policía en 2006, cuando tenía 18 años, y que nunca ha votado. Que no conoce las boletas electorales. Que no sabe si en su trabajo votan o no a su nombre, pero un día espera usar su credencial de elector, no sólo para identificarse. La costeña que atiende una pequeña tienda frente a la escuela de arte donde se ha instalado la casilla te dice que ella sólo vota cuando “hay que elegir a los cacas grandes”, que estas votaciones “le valen madre a medio mundo, cuánto más a ella”.
En la casilla 4783, en la mera esquina de Vértiz y Doctor García Diego, el joven que recibe al votante te dice que “ha estado tranquilo” y tranquilo quiere decir entre 50 y 60 votantes de un listado de mil 200. La señora Micaela, 60 años, viene acompaña de su hija, 40 años menos que ella. Las dos dicen que vinieron porque son ambulantes y les pidieron votar. Apenas lo hagan (traen acordeones), se regresan a Neza, donde viven. Sucede que sus credenciales las tramitan la gente de la lideresa que las deja trabajar. La policía estima que pasada la hora de la comida irá más gente a votar. Lo mismo pensará el oficial que cuida la 4760 básica, sobre Río de la Loza, pero hacia las 16:00 horas te mandará un mensaje para decirte que ha dejado de ir la gente.
En la casilla 4276, en la calle de Heriberto Frías, los funcionarios pasan el tiempo conociéndose ante la baja votación. Uno de ellos cree que en la alcaldía Benito Juárez hay una suerte de animadversión hacia Morena y de ahí la poca, pero constante afluencia. En la casilla 4341, sobre la calle de Amores, uno de los funcionarios, un colombiano residente en México, te confía sus números: 95 votantes a las 13:30 horas. Está seguro de que alcanzará los 200 participantes. Ese mismo número calculó Abdiel, el presidente de tu casilla. A las 20:45 horas mostró los resultados: 204 votantes de más de mil. Te acordaste de que en el plebiscito de 2021 apenas votaron 100.
“Ejercí mi derecho al voto para ser parte de una histórica elección”. “Adiós, Norma Piña”, “La democracia le ganó a la oligarquía”, son post de algunos funcionarios o morenistas con los que tropezaste en X. En la otra esquina ideológica había quejas y burlas: “Esta elección es un mega fraude”. “Hoy empezó la dictadura”. “Fracasa la elección”. “Fraude total”. “Fue un absoluto cochinero”. “Ya ven como puro pendejo fue a votar”. Te quedaste con el de un amigo: “No es lo mejor, pero no puede ser peor de lo que hay”.
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