Corría el año 1922: se anunciaba el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, la fundación de la Unión Soviética y el ascenso de Mussolini al poder. Mientras las piezas se reordenaban en el mundo, México recibía la noticia de la muerte de Ricardo Flores Magón y experimentaba uno de los accidentes marítimos más importantes que viviría en el siglo XX.
La tragedia, que será recordada mediante las columnas publicadas en periódicos que ya no se imprimen, tuvo lugar el 19 de noviembre en el norte del país: “El vapor Topolobampo se Hunde En el Golfo de California”, rezaba el encabezado de El Tucsonense (uno de los periódicos en español más influyentes y duraderos en Tucson, Arizona) dos días después.
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“Hoy se recibieron las nuevas del hundimiento, juntamente con la información de que muchas personas muy conocidas en Sonora, Sinaloa y la costa del Pacífico de México perecieron en el hundimiento”, explicó la breve nota dedicada al suceso.
Se trataba de un barco de vapor bautizado como Topolobampo. Dada la premura de lo ocurrido, no se sabía cuántas personas habían sido víctimas de aquel suceso. Lo poco que se llegó a dar a conocer en ese momento fue que una marejada habría sido la culpable: alcanzó al barco justo en la entrada del Río Colorado.
“Las gruesas corrientes del río que entran al mar producían una vorágine que apresó en su centro al Topolobampo que en vano luchó para salvarse”, añadió el diario.
En medio de la consternación, los habitantes del norte del país recibían la información a cuentagotas. No fue hasta dos días después que El Fronterizo, periódico de Ciudad Juárez, brindó los pormenores. En primera plana se leía: “Terrible Catástrofe en la entrada del Río Colorado”.
De acuerdo con la noticia, el barco naufragó en la delta (un accidente geográfico que se formado por el encuentro del mar y el río), viajaban cerca de 100 personas: hombres, mujeres y niños que se dirijan a Mexicali, Baja California, para trabajar en las pizcas de algodón.
El barco penetró en las aguas del río, sin embargo, a su llegada no había suficiente agua en el cauce, por lo que el capitán tuvo que esperar a que subiera la marea. Cuando ocurrió el cambio, entró una enorme ola que embistió de lleno contra la embarcación.
“(...) cogió al barquito por la popa, haciéndole dar una voltereta, dejando sepultados a todos los pasajeros y tripulación”, detalló en su momento el periódico.
Algunos de los tripulantes, entre ellos, el capitán, lograron nadar hasta la costa, sin embargo, muchos otros no lograron sobrevivir. De acuerdo con El Fronterizo, el trágico accidente fue producto de la ‘impericia’ del capitán, pues “todos los marinos que transitan por las costas sonorense saben hasta la saciedad lo peligroso que es esperar el cambio de marea dentro del río a corta distancia de las aguas del mar”.

El peligro en la zona del delta se debe a que las mareas hacen que el nivel del río suba. Cuando el agua del mar entra con fuerza en el río, se va acumulando y aumentando su nivel de manera considerable. Esto puede causar una diferencia de altura entre el agua del río y la del mar de hasta 7 u 8 metros. Los lugareños llaman a este fenómeno el "burro".
Para la embarcación resultó letal, la corriente de agua le quitó estabilidad y control. El cambio repentino en el nivel del agua, junto con la fuerza con la que el agua del mar entró al río, ocasionó turbulencias intensas que dificultaron la navegación.
Dependiendo de la intensidad del "burro", una embarcación puede verse arrastrada o golpeada contra obstáculos. El peor de los escenarios lo experimentó Topolobampo que terminó por volcarse.
“Para formarse una idea cabal de la cantidad de agua que entra al río cuando sube la marea levantando esa ola, basta decir que en la subida de la marea del Golfo de California, la corriente del Río Colorado se devuelve hasta cerca de 300 millas [cerca de 500 kilómetros]”
Se dice que 43 de los cuerpos arrastrados por el mar fueron regresados a la playa. El calor resguardado por la arena aceleró el proceso de descomposición por lo que tuvieron que ser enterrados ahí, en donde los encontraron.
La mayoría de los pasajeros del barco eran de Sinaloa y Sonora, lo que hizo que la catástrofe produjera “mayor sensación, aún en el litoral de la Costa occidental de México”.
Más de dos semanas después, en la edición del jueves 7 de diciembre y compartiendo plana con “la asesino del martillo”, el El Tucsonense publicó el contenido de una carta enviada por uno de los sobrevivientes, en la que narró desde el día uno del viaje.
Topolobampo zarpó del puerto de Guaymas, Sonora, a las ocho de la mañana del 9 de noviembre con destino a la Bahía Bombas, (nombre que recibía la zona del Golfo de California que conectaba con el río Colorado y en donde antiguos barcos y embarcaciones eran utilizados para el transporte de mercancías y pasajeros).

Desde un comienzo, el mal tiempo parecía augurar el destino del navío. Según lo descrito por el sobreviviente, a los cuatro días de camino el viento sopló de manera formidable, tanto que ladeó el barco, no hubo manera de impedir que el agua entrara en él. Las provisiones se agotaron al día siguiente.
“El capitán del Topolobampo ordenó que aclaramos en una ensenada cercana a la costa con el propósito de salvar a las familias (...) Los pasajeros, jugándose el todo por el todo y tomando en consideración el estado de la nave, suplicaron al Capitán que continuara su camino”, se leía en la carta.
El sábado 18 de noviembre, la nave entró al río Colorado. El sol ya se había ocultado cuando la embarcación por fin se aproximó al puerto más cercano. Como no era hora hábil, no se le permitió desembarcar. La decisión de dejar la operación para la mañana siguiente resultó en la muerte de más de 40 personas.
Al filo de la medianoche “llegó una mar formidable muy pocas veces vista, como de tres o cuatro metros de altura, sorprendiendo al buque”.
El barco, ya resentido por el desafiante trayecto, se inclinó.Tras perder estabilidad llegó el segundo golpe del mar y terminó partiéndolo en dos. De las cien personas que viajaban, 46 lograron sobrevivir, al menos 31 de ellos, gracias al apoyo de un pescador, que acudió a su auxilio en “Lolita”, su lancha.
“En la ‘Lolita’, logramos salvar a varias personas del Mineral Del Rosario, entre ellos, yo y Vicente Ugalde, Benito Torres, Paulino Luna y Fernando Curiel”, detalló el sobreviviente.
Se sabe que dos familias de Hermosillo, Sonora y una pareja de el Rosario, Sinaloa, formaban parte de la cifra de decesos. Aunque algunos de los cuerpos fueron hallados en la playa, otros más se perdieron en las aguas. De ese accidente no quedan más que las notas de aquel entonces.

Accidentes marítimos en México
El pasado 17 de mayo los mástiles del buque de la Escuela Cuauhtémoc chocaron contra el puente de Brooklyn, Nueva York. En los videos que captaron el momento, se puede apreciar cómo los palos de la embarcación van cediendo conforme la nave avanza.
El buque de la Armada de México se encontraba en aguas estadounidenses puesto que participaba en un viaje de instrucción y representación diplomática. La Agencia Nacional para la Seguridad del Transporte de Estados Unidos (NTSB, por sus siglas en inglés) ya investiga las posibles causas del percance en el que tres cadetes resultaron lesionados y dos más perdieron la vida.
Este accidente es uno de los más recientes y graves que ha experimentado una embarcación mexicana. En México, la Autoridad Marítima Nacional, que depende de la Secretaría de Marina, se encarga de dar seguimiento a estos sucesos.
Aquellos en los que se da la pérdida total de la embarcación, pérdida de vidas humanas o con alto grado de contaminación entran en la categoría de “muy graves”.
LHM