Ciencia y Salud

Infartos cerebrales aumentan en México por falta de control en factores de riesgo

El doctor Fernando Góngora, especialista en enfermedades neurovasculares, mencionó que el control inadecuado de factores de riesgo eleva la incidencia y prevalencia.

Las enfermedades vasculares cerebrales ocupan un lugar cada vez más alarmante entre las principales causas de muerte y discapacidad en el planeta. El infarto cerebral, también conocido coloquialmente como embolia, forma parte de este grupo de afecciones y en palabras del neurólogo Fernando Góngora, especialista en enfermedades neurovasculares, “representan en todo el mundo las primeras cinco causas de morbimortalidad”. En algunos países, incluso, se ubican como el segundo factor de mortalidad.

En México, esta condición se sitúa en el quinto lugar, pero su impacto va mucho más allá de las estadísticas. Góngora detalló que existen dos grandes tipos de eventos vasculares cerebrales: el infarto cerebral y la hemorragia cerebral. 

“En forma coloquial podemos mencionar que el infarto es cuando una arteria se obstruye y la hemorragia cuando la arteria se rompe”, explicó el especialista.

La mayoría de los casos, cerca del 80 por ciento, corresponde a infartos cerebrales. A pesar de su mayor frecuencia suelen generar menos alarma pública que las hemorragias, consideradas más graves por su alta tasa de mortalidad. 

“En el caso del infarto, la mortalidad es alrededor del 10 por ciento y en el caso de la hemorragia puede llegar hasta el 25 o 30 por ciento”, advirtió el especialista.

En los últimos cinco años, tanto los infartos como las hemorragias cerebrales han aumentado en América Latina. México no es la excepción. Aunque parte del incremento podría atribuirse a una mejor detección, Góngora subrayó que “también es cierto que no tenemos un buen control de los factores de riesgo todavía”.

Los agentes de riesgo están bien identificados: diabetes mellitus, hipertensión arterial, colesterol elevado, obesidad, tabaquismo y consumo excesivo de alcohol. “Eso va de la mano con una alimentación sana, con hacer ejercicio regularmente”, comentó el doctor Góngora en entrevista con Víctor Martínez en el segmento “Tu médico en Telediario”. A pesar de esta claridad, el aumento en la prevalencia de estos factores complica los esfuerzos por reducir los casos de infarto cerebral.

Entrevista para el segmento 'Tu médico en Telediario' | Roberto Alanís
Entrevista para el segmento 'Tu médico en Telediario' | Roberto Alanís

La percepción de los síntomas también representa un papel crucial. Muchas personas consideran que un dolor de cabeza repentino podría ser el signo más evidente de un evento vascular cerebral. Sin embargo, Góngora aclara que “en realidad no es lo más común”. El dolor de cabeza solo aparece en uno de cada 10 casos de infarto cerebral: 

“Excepto cuando el dolor es muy intenso, súbito, como una explosión. De hecho, en neurología la conocemos como la cefalea del trueno. Ese sí podría ser un evento vascular cerebral y apoya más a una enfermedad hemorrágica”, indicó.

En el caso de los infartos, la falta de dolor puede confundir al paciente. 

“En el infarto cerebral típicamente no hay dolor. Lo que siente es que no puede mover la mano, se le caen las cosas, pierde la fuerza, la siente pesada”, señaló Góngora. 

También pueden presentarse dificultades para hablar o una desviación en la boca. Si estos síntomas afectan simultáneamente la mano y la cara, es probable que el daño provenga del cerebro y no de un nervio facial.

Góngora insistió en que existen tres señales clínicas fundamentales que deberían alertar a la población: 

“Primero, debilidad de la mitad del cuerpo, que puede incluir brazo y pierna, y en ocasiones también la parálisis de la parte inferior de la cara. Asimismo otro dato clínico muy común son los problemas para hablar. El paciente está hablando y, de repente, no le salen las palabras o no comprende lo que le están diciendo”. 
Estas señales deben reconocerse como urgencias médicas. “Ocho de cada diez pacientes que están sufriendo un infarto cerebral tienen cualquiera de estos tres datos clínicos”, subrayó el neurólogo. 

Reconocerlos a tiempo puede marcar la diferencia entre una recuperación funcional y una discapacidad permanente.

El impacto socioeconómico del infarto cerebral también es considerable. Su frecuencia y las secuelas que deja en los sobrevivientes –muchas veces personas en edad productiva– generan un peso creciente en los sistemas de salud. 

“Desde el punto de vista económicosocial, el infarto es muy grave porque representa una alta derrama económica para un país”, concluyó el neurólogo Fernando Góngora.

La prevención sigue siendo la herramienta más poderosa para enfrentar esta enfermedad. La educación sobre los factores de riesgo, la detección temprana y una respuesta médica inmediata ante los síntomas podrían frenar una tendencia que amenaza con seguir creciendo si no se actúa con urgencia.

mrg

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