La exposición Ventanas de México, inaugurada el 12 de junio de 2025 en la Embajada de México en Tokio, representa un puente simbólico y emocional entre dos culturas que, aunque distantes geográficamente, comparten un profundo respeto por la tradición, la naturaleza y el arte. Organizada por Fomento Cultural México, la muestra reúne a destacados artistas mexicanos contemporáneos, entre ellos Paulina Flores, cuya obra se ha convertido en una ventana sensorial hacia la memoria, la emoción y la espiritualidad.
El recinto, diseñado por el célebre arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, es mucho más que una sede diplomática: es un símbolo de identidad nacional en territorio japonés y, en esta ocasión, se transforma en escenario para un diálogo artístico entre Japón y México. Además de Flores, participan en la exposición Angélica Gatica, Constanza Castro, Edith Ruiz, Guillermo Wright, Irma Quiñónez, Juan Pablo Bavio, Laura Quiroz, Linda Sánchez, M. Cantú, Ma. Teresa Galván, Manuel Lois, Manuel Miguel, Manuel Piña, Martha Baxin, Mauricio Pinto, Michelle Mena, Miguel Ángel Cimé, Miguel Ángel Contreras, Nadia Bussacchini, Romina Becker, Susana Casillas y Tomás Gondi.
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“Creo que mi pintura, al igual que la arquitectura de Ramírez Vázquez, busca reflejar la esencia de la cultura mexicana… Yo lo hago desde la emoción, la textura y el color”, afirma Paulina Flores, quien presenta dos piezas que abren un diálogo visual y simbólico entre Ciudad de México y la Riviera Maya.
La primera, inspirada en las jacarandas y dedicada a Tsuguro Matsumoto —el jardinero japonés que introdujo este árbol en México—, es un tributo al paisaje emocional de generaciones de capitalinos. La segunda, basada en los cenotes sagrados de la cosmovisión maya, explora la conexión entre lo terrenal y lo espiritual, una sensibilidad que la artista también identifica en la cultura japonesa.
Ambas obras están atravesadas por símbolos constantes en su lenguaje pictórico, como la hoja de oro —que la vincula con el kintsugi japonés— y las palmeras, ícono personal cargado de memoria.
“Las palmeras me caracterizan, han sido un elemento importante en mi vida. De niña, recuerdo una palmera datilera en la terraza de mi cuarto… Hoy, viviendo en la Riviera Maya, siguen presentes. Ya no representan solo un paisaje, sino una constante en mi historia, una raíz emocional”, explica.
Para la participante de la bienal de Rufino Tamayo de este año, pintar es una forma de evocar desde lo sensorial: no busca representar literalmente, sino transmitir el alma de México a través de lo imperfectamente bello.
“Mi trabajo mantiene viva una identidad artística mexicana porque nace desde mi experiencia personal con el país. Pinto desde la memoria, desde lo que viví y sentí. Mis obras son mi interpretación de la fuerza, la alegría y la riqueza cultural de México… No busco representar literalmente, sino evocar su espíritu”, dice la artista, cuya trayectoria ha sido reconocida en espacios internacionales y que actualmente reside en la Riviera Maya, donde ha encontrado un ritmo creativo guiado por la intuición, el paisaje y la emoción auténtica.

Ventanas de México no es simplemente una exposición; es una invitación a mirar a través de los ojos de sus artistas, en particular los de Paulina, quien convierte cada lienzo en una narrativa emocional. Su obra no grita, susurra. No describe, evoca. Nos recuerda que el arte puede ser una forma íntima de diplomacia cultural, sembrando semillas de memoria, como las jacarandas de Matsumoto, que florecen años después en tierras lejanas. Frente a sus piezas, uno no solo observa: siente, se conecta, se reconoce.
PCL