Cuando Teresa Peyret y Rocío Mireles me invitaron a escribir un texto, primero para el proyecto Mujeres y Diseño en México (2021), y luego para Ellas diseñan (2024), no imaginé las redes de pensamiento, de curiosidades, de objetos, de reflexiones y de vivencias que me iban a proveer de tantos hilos de donde sacar cordón para entretejer las historias de otras a la propia. No sospeché que esas historias narradas en primera persona me ayudarían a percatarme de que la cotidianidad, mi historia, mi educación sentimental, emocional, social, cultural, incluso mis instintos de resistencia estaban anudadas al diseño; comprendí, entonces, que las experiencias y creaciones de las 27 diseñadoras que integran este proyecto están entretejidas no sólo a mi propio hacer, sino también a la persona que soy.
Disfruté las entrevistas en YouTube, fue como observar un “detrás de las cámaras” de muchas de las publicaciones, objetos, carteles, logos que me han acompañado en la vida. Me emocionó la entrevista de Gabriela Rodríguez, creadora de los carteles de “La calle es de todos”, iniciativa del Instituto de Cultura del otrora Distrito Federal, encabezado por Alejandro Aura, fui una de los tantos jóvenes que trabajó en ese programa, me tocó más de una vez ir a su despacho a recoger materiales, como también me tocó ir a la Imprenta Madero, en mis pininos editoriales, acompañando a mis jefes, donde trabajaron entre muchas otras Azul Morris y Peggy Espinosa, quienes posteriormente dieron a luz la revista Artes de México y los Libros del Rincón. Gocé desentrañar la arquitectura de los catálogos de Maricris Herrera para el Museo Tamayo, donde tuve mi segundo empleo formal, para luego toparme con las portadas de Poliéster y de Viceversa realizadas por Rocío Mireles, referentes visuales para mi generación y para otras revistas como Luna Córnea, diseñada por Claudia Rodríguez Borja, y Algarabía tan dinámica como su hacedora Victoria García Jolly. Recuperar mi historia a través del desarrollo editorial hecho por mujeres en las dos tandas de entrevistas —17 para Mujeres y Diseño y 10 más para Ellas diseñan— me emocionó tanto como descubrir la creatividad de Cristina Paoli y su Mexican Blackletter o la de Maru Calva con su biblioteca Aeromoto o el diseño de Alejandra Guerrero de una de mis novelas favoritas: Las posibilidades del odio de María Luisa Puga, tan eficaz como las propuestas de Regina Olivares Alberti, quien por cierto me conmovió con su manera de entender el poemario Las trabajadoras de Mónica Nepote. Ella, como muchas de las participantes, han reflejado su pasión por tanto la docencia —Tullia Bassani ha marcado generaciones— como por el diseño editorial. Cada libro y/o revista, un objeto en la línea conceptual de Ulises Carrión, compañero de camino de Martha Hellion, figura fundamental no sólo de la historia del diseño mexicano, sino de la cultura internacional, cuya huella profesional y amorosa está en la práctica de otras, basta hojear el libro de la fotógrafa Lourdes Grobet diseñado por Ximena Pérez Grobet, otra manera de contar la relación madre-hija. Escuchar a estas mujeres me hicieron percatarme lo poco que nos ocupamos de conocer a quienes han diseñado nuestra cotidianidad. ¡Qué poco nos preguntamos sobre los otros! Mucho menos sobre las otras. ¿Para qué darles voz?, si como decía el refrán: “Más vale un hombre de paja que una mujer de plata”. Por fortuna, ya estamos en esos tiempos con los que futureaba Virginia Woolf: “No se sabe lo que ocurrirá cuando el ser mujer ya no sea una ocupación protegida”. Hey, acá andamos.
El aporte de Ellas diseñan va más allá del hecho de subrayar el nombre de un grupo de mujeres que ha contribuido a profesionalizar el diseño en México, la contribución más elocuente radica en que este subrayado es una propuesta de dos de las protagonistas: Teresa Peyret y Rocío Mireles. Mujeres recuperando las aportaciones de otras mujeres. Más que un “rescate” o una visualización del hacer femenino es una acción combativa: diseñando rediseñan la narrativa. Diseñadoras resaltando la importancia del quehacer del diseño (hecho por mujeres) no sólo en el ámbito profesional sino en nuestras vidas. Y no sólo eso: a partir de la experiencia propia han entrevistado a sus colegas. Estos diálogos, expuestos en distintos formatos (libro impreso y electrónico, canal en YouTube, redes, exposición) han integrado un coro femenino que grita que —pese al relato patriarcal empeñado en mantenernos, como señalara Simone de Beauvoir, “dispersas entre los hombres”, o enemigas, como dictaban los refranes que también nos repetían que calladitas nos veíamos más bonitas— estamos ya narrando nuestra historia.

Ellas diseñan también podría haberse llamado Ellas se escuchan, y mientras charlan nos ofrecen un asiento para integrarnos a la conversación como s de sus creaciones, porque al escucharlas, nos escuchamos entrelazados en el tiempo, están ustedes, estoy yo a través de ellas en el diseño editorial de las Olimpiadas del 68, que sólo he visto en exposiciones, libros y documentales, en el primer catálogo del Museo de Antropología, que narra el despegue de un hito que sigue siendo histórico, en el arte correo que motivó a adentrarme a otras vertientes del arte cuando lo descubrí en lecturas. Y de pronto, los rostros de Beatrice Trueblood y de Martha Hellion se hilvanan a mis memorias en las que también está Carmen Cordera, con su “Lotería mexicana”, los logos de Laura Medina Mora y la revista Los Universitarios nueva época en la que publiqué en mis veintes; entonces, Daniela Rocha se vuelve una compañera, como lo son también Selva Hernández, Adriana Sánchez Mejorada, Verónica Monsiváis, Sofía Broid, María Marín de Buen, Cynthia Valdespino Sierra, Brenda Rodríguez y todas las que no están.

Sin duda, las 27 mujeres presentes en este proyecto nos entrelazan a las ausentes que también han diseñado nuestro mundo y que no sólo lo siguen haciendo, sino que también se cuestionan cómo reconfigurar la práctica para continuar. Parte de ese continuar es, precisamente, detenerse para revisar y generar iniciativas, otras lecturas, otras curiosidades, otras rutas que más que conducirnos por otros caminos, nos conecten y tejan una red. Una red de ideas, experiencias y miradas que nos provoquen, tal como ahora lo hace este libro que, además de celebrar que Ellas diseñan, reúne reflexiones sobre por qué ha sido importante que ellas diseñen y recupera eso que ellas nos han enseñado al diseñar. Giovana Jaspersen nos recuerda que el diseño se hace en colectividad; Paola Eguiluz hilvana el presente al siglo XVI recuperando una verdad: desde 1540, en este territorio, las mujeres hemos participado del hacer editorial; Karen Cordero Reiman resalta que este proyecto polifónico comprueba que lo personal es político; Marina Garone Gravier hace hincapié en la necesidad de incorporar la perspectiva de género al pensamiento proyectual del diseño; Sara Schultz me hizo pensar más que en las conexiones neurológicas que se detonan al leer, en la gestualidad corporal: “La relación del objeto libro y la riqueza perceptual que produce el cuerpo humano quizá sea uno de los factores más determinantes de su éxito histórico como herramienta de preservación, creación y transmisión de conocimiento”. Entonces, siento como esos gestos corporales se transforman en una coreografía mientras leo cada una de las 27 entrevistas, así como la recopilación de los textos leídos en las presentaciones de Mujeres y Diseño en México, realizadas durante la primera faceta de esta iniciativa que hoy es también una exposición que se exhibe en el Museo Franz Mayer. Las miradas de Rogelio Villarreal, Santiago Robles, Leonel Sagahón, Rafael Treviño, Uzyel Karp, Eduardo Calderón y Ana Elena Mallet me hicieron reflexionar, sobre todo, en lo que falta por hacer; porque si algo me conmueve de este proyecto es que es el principio de algo y a la vez la continuación de algo, porque como escribió Virginia Woolf en Una habitación propia: “las obras maestras no son realizaciones individuales y solitarias, son el resultado de muchos años de pensamiento común”. Y eso común que también nos une es lo que Ellas diseñan.
AQ