Era 2008 cuando el fotógrafo, Pablo Leguizamo, retrató a Jorge Mario Bergoglio en uno de los vagones del metro de Buenos Aires con un semblante sereno y una mirada fija que lo hacían resaltar entre una decena de pasajeros.
Nadie se imaginaba que años después ese mismo hombre sería presentado desde el balcón de la Basílica de San Pedro como el papa Francisco; el sucesor de Benedicto XVI, y el ‘Papa de las Américas’ que los Cardenales buscaron “casi al fin del mundo” y cuya muerte, a sus 88 años, llegó a conmover a fieles y no tan fieles de la Iglesia Católica.
Pese a su delicado estado de salud, en América la noticia del fallecimiento de Francisco llegó como un balde de agua fría durante la madrugada del 21 de abril de 2025, pues habían pasado poco menos de 24 horas desde que el mundo aún lo vio recorriendo la Plaza de San Pedro a bordo del papamóvil, para después dar su última bendición del Domingo de Pascua, la fecha litúrgica más importante de la Iglesia Católica.
Así, desde Notre Dame en Francia, hasta la Catedral Metropolitana en la Ciudad de México, las campanas de las iglesias anunciaron la partida del Sumo Pontífice, quien ocupó “el trono” del Vaticano— como lo refiere la cinta del 2024 Cónclave— para escuchar y dar voz a la comunidad LGBTIQ+, las mujeres, personas divorciadas, marginados y laicos. Es decir, a los sectores más desatendidos, e incluso señalados, dentro del catolicismo.
“Es un Papa querido porque volvió los ojos al laicado. Volvió los ojos a ese pueblo que durante mucho tiempo quedó olvidado. Ni Juan Pablo II ni Ratzinger (Benedicto XVI) los atendieron. (...) Con Francisco se le veía como un laico más. Sí un sacerdote, pero acompañando a su pueblo. Era un Papa muy cercano”, explicó el investigador Felipe Gaytán Alcalá a MILENIO.

Papa Francisco, el líder social de la Iglesia
Pese a ser la religión predominante, las personas católicas pasaron de representar el 88% al 77% de la población en México. Mientras en el último censo del INEGI se contemplaron más de 3 millones de creyentes, es decir, alguien sin adscripción religiosa.
La pérdida de catolicidad en el mundo, y el papel de la iglesia como mediadora ante los problemas globales, fueron de los retos que Francisco atendió desde el inicio de su pontificado.
De ahí las posturas del argentino respecto a temas como la migración, la violencia por el narcotráfico o las guerras de Ucrania y Gaza. Incluso, uno de sus últimas apariciones públicas fue para lamentar el asesinato de una madre y su hija por francotiradores dentro de la Parroquia de la Sagrada Familia en Gaza: “Es terrorismo y es guerra”.
Asimismo, hizo declaraciones— e impulsó acciones— en asuntos del medio ambiente, la pedofilia dentro de la iglesia y la apertura al diálogo con jóvenes a favor del aborto y pertenecientes a la comunidad LGBTIQ+.
“Esa gente son infiltrados que aprovechan la escuela de la iglesia para sus pasiones personales. Es una de las corrupciones de la iglesia, ¿no es cierto?”, opinó tras ser cuestionado por la discriminación de sacerdotes a las personas trans. “Dios no rechaza a nadie. Dios es Padre”.
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Sin embargo, Francisco sabía que cambiar a la Iglesia era una misión imposible para su pontificado, no sólo por la resistencia de los círculos más cerrados, también, agregó Gaytán Alcalá, porque no simpatizaba con algunas de las posturas, tales como el aborto o la oportunidad de que una mujer llegara al ‘trono’ de San Pedro.
Aún así, destacó el profesor, “escuchó y se vinculó con las activistas. Tuvo un diálogo más que una especie de convencimiento. (...) Lo que él buscaba era simplemente un diálogo con una feligresía que estaba viviendo otras cosas que la iglesia, que el clero, ya no percibía”.
Y fue esa apertura lo que diferenció a Bergoglio de sus antecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI: el primero, según describió Gaytán, un Papa muy carismático— incluso más que el argentino—, pero político, anticomunista y que castigaba el tema de la justicia social.
Mientras el segundo trascendió como el teólogo e intelectual que apostó por la istración del Vaticano, a tal grado de ser un obstáculo para las reformas del propio Francisco.
“Francisco es el pastor, el otro (Benedicto XVI) es el intelectual, el otro (Juan Pablo II) es el líder político”, resumió el docente.

¿Por qué es crucial el cónclave del 2025?
Pero la visión liberal con la que Bergoglio se ganó el respeto y la empatía que sus antecesores no tuvieron, intensificó las críticas en su contra desde la Santa Sede; las cuales venía acumulando desde el inicio de su pontificado.
Gaitán Alcalá recuerda que la idea del cónclave del 2013 era escoger al argentino como un papa “más de transición” debido a su avanzada edad. Y aunque su periodo no fue ni por mucho el más largo de la historia, de principio a fin se encaró con los sectores más duros de la iglesia.
“Hubo cardenales alemanes, españoles, de países bajos o estadunidenses que lo boicotearon completamente: no reconocían sus indicaciones y llegaron a cuestionar su autoridad papal”, explicó el especialista en sociología de la religión de La Salle.
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Y si bien algunas opiniones criticaron a Bergoglio por sus escasas modificaciones a la iglesia, su tirada jamás fue cambiar a la institución en su pontificado, sino sentar las bases y abrir el diálogo para lograr ese cometido en el mediano plazo.
Consecuencia de ello es que al cónclave del 2025 llegan dos grandes bloques de la iglesia: “Aquellos que quieren seguir una línea de justicia social progresista cercana a lo de Francisco o aquellos que dicen: ‘A ver, la iglesia no está para andar haciendo experimentos con los laicos. Los laicos necesitan tener una autoridad’. Y una autoridad significa decir lo que deben hacer y regresar a los principios, que son los más conservadores”, explicó Gaytán, subrayando que es ese el verdadero legado del ‘Papa de las Américas’ en el Vaticano.
“El legado de Francisco lo que va a provocar, lo que está definiéndose es si continúan o no sobre ese camino”.

El protocolo del Vaticano estipula que la celebración del cónclave se llevará a cabo entre 15 y 20 días después de la certificación de la muerte del Sumo Pontífice. Por lo que el ‘banderazo de salida’ podría ocurrir entre el 6 y 11 de mayo; mientras que el mundo queda a la expectativa para que el humo de la Capilla Sixtina pase de blanco a negro y se vuelva a escuchar el anhelado Habemus Papam.
Sin embargo, la elección del próximo sucesor de San Pedro será particularmente decisiva para la iglesia católica, al ser el 2025 el Año Jubilar: una época de reconciliación y perdón, donde el Papa ‘marca el camino’ que la iglesia seguirá en el próximo cuarto de siglo.
De hecho, se esperaba que Francisco fuera quien trazara esa ruta. Pero con su muerte y “el trono desocupado”, la pugna por ver quién será el nuevo sucesor cobra aún más relevancia: “Es un año decisivo políticamente para la Iglesia”.
ASG