Aquí y ahora

  • Para Reflexionar
  • Aquí y ahora
  • Luis Rey Delgado García

Tal parece que los adultos, somos expertos en el arte de la ausencia: aparentamos estar aquí, sin embargo estamos pensando en el antes o después, proyectando el momento siguiente.

Al desayunar, pensamos en el trabajo; al trabajar, añoramos el momento de descanso; mientras descansamos, nos proyectamos a la siguiente actividad. 

Así hemos generado un modo de funcionar, “preocupados” por lo que vendrá o atrapados en el recuerdo, con la mente y la emoción en otra realidad de lo que está siendo nuestra vida en el instante presente. 

Es decir no sabemos vivir “aquí y ahora”

Nuestros cuerpos están, por ejemplo, en un momento familiar, aparentemente compartiendo con los hijos; no obstante, nuestra mente está en otra cosa. 

No somos capaces de concentrarnos en ese momento familiar, olvidándonos del reloj, permitiendo que las cosas se den, sin apurarlas, sin buscar nada, ni acelerarnos con lo que queremos hacer a continuación.

Estamos donde está la mente. Vivimos la película que “la mente” nos está pasando. 

A veces nos metemos gratuitamente en una vivencia que no queríamos tener. 

No importa si al hacerlo estábamos paseando en el parque o caminando por la calle, o en una reunión de trabajo; en lo que respecta a nuestra realidad personal, no estuvimos realmente en el parque, ni caminamos por la calle, ni fuimos a la reunión. 

Tal vez nuestros cuerpos mecánicamente se movieron, pero nosotros en presencia, emocional y mental estábamos ausentes.

Es una especie de mecanismo a través del cual nos restamos de la vida, como negándonos a ella, a abrirnos al “milagro” de lo que está ocurriendo aquí y ahora. 

Se precisa una práctica continua de vaciar la mente de pasados y futuros para estar aquí viviendo el instante en totalidad. 

Se trata de una disciplina personal dirigida en este sentido, de una práctica que requiere constancia y persistencia en el tiempo, a través de los años. 

El fruto que obtendremos de ella es la presencia total en cada momento.

Es como tratar de vivir como juegan los niños, etapa en que todo lo que no es su juego del momento, simplemente desaparece. 

Un adulto que, con toda la madurez que otorga el transitar por las diversas etapas de la vida, logra enfocarse así, se transforma en un ser cada vez más pleno y vital.

Los años (y también los niños) nos enseñan que la alegría no se encuentra tanto en los grandes acontecimientos como en lo pequeño de cada día. 

Quien no sabe descubrir la belleza y la nobleza, en lo cotidiano, lo que la vida tiene de sorpresa está condenado a que la rutina (y, por lo tanto, a que la tristeza) se enquiste en el ánimo.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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