Algunos filósofos, sociólogos y psicólogos reiteran, que el ser humano posee una tendencia constructiva e irrefrenable hacia el bien, el orden, crecimiento y desarrollo.
Esta fuerza vital aparece y crea rápidamente acuerdos, enfoques y alternativas con valores que garantizan una vida aceptablemente humana, pacífica y feliz.
Esta tendencia actualizante de bondad intrínseca de la vida es la que hace posible la celebración y el buen humor.
Mediante la fiesta, las personas y las comunidades, incluso las situaciones se reconcilian., «festejar – decía Federico Nietzsche – es poder decir: que todas las cosas sean bienvenidas».
Por medio de las fiestas y las celebraciones las personas rompemos la monotonía de lo cotidiano, abrimos espacio y tiempo para respirar holgadamente y vivir la alegría de compartir y estar juntos en amistad, nos satisfacemos al sentarnos a la mesa para comer, beber y reír.
Al celebrar, más allá del sentido práctico de satisfacer el hambre y la sed, comer y beber tienen la finalidad de gozar del encuentro y festejar la amistad.
En la fiesta, las personas que celebran, cantan y ríen experimentan juntos el mundo reconciliado consigo mismo, aunque sea por un espacio breve de tiempo.
La vestimenta para la ocasión, el baile y la música, las atenciones y la amabilidad son parte del ambiente de fiesta.
Mediante estas cosas las personas afirmamos la confianza en la armonía y los valores del compartir.
Tener buen humor y disfrutar las celebraciones es tener capacidad de experimentar un sentimiento de alivio ante las limitaciones de la vida y hasta de las propias tragedias.
Por eso podemos sonreír y tener humor por encima de la violencia, la inseguridad y las finanzas en crisis. Solamente si somos capaces de relativizar las cosas, por muy serias que estas sean, podemos tener buen humor y celebrar.
El humor y la fiesta revelan que hay siempre una reserva de sentido que todavía nos permite vivir y sonreír.
Las fiestas patrias, así como las posadas, Navidad, año nuevo, cumpleaños, aniversarios, conclusión de estudios, los re-encuentros, la amistad recuperada, las fiestas parroquiales, los nacimientos, las bodas, bautizos e incluso las ferias y los días de fiesta civil, todas son circunstancias humanas que se vuelven motivo para celebrar, festejar, vivir el buen humor y la alegría.
Las ocasiones de fiesta son las oportunidades para recuperar lo humano, reconciliarnos, aliviarnos de la pesadumbre e incertidumbre y renovar nuestra confianza, recuperando energías desde la vivencia profundamente humana del compartir.
Así que viva la fiesta.