China, México, Canadá… Trump, en plan camorrista, ha decidido castigar a estos tres países. Es una punición un tanto extraña porque quienes pagarán el sobreprecio impuesto a los productos que exportan las referidas naciones serán los consumidores estadunidenses. Naturalmente, pueden dejar de comprar tequila o no degustar pastas chinas o despreciar los muebles fabricados con maderas canadienses, afectando así a sectores productivos enteros, impactando en el empleo y disminuyendo el crecimiento económico.
Por lo pronto, Justin Trudeau ha respondido con singular entereza y los chinos han dicho que, si de una guerra se trata —comercial, cultural o del tipo que sea (¡ay, mamá!)— ellos están plenamente dispuestos a llegar hasta el mero final. No sabemos si el compás de espera que ha dispuesto nuestra primera mandataria sea parte de una muy prudente estrategia, de un plan maestro o de cierta posible impreparación pero, caramba, los otros dos grandes socios comerciales de la primera potencia planetaria le plantaron fulminantemente cara al bully, vaya que sí.
Vistas las cosas y, de paso, apreciando la ejemplar respuesta de los países de la Unión Europea (junto a los canadienses, miren ustedes) a la ruin arremetida de Trump y su rústico segundón en contra de un patriota defensor de su pueblo, uno pensaría que una reunión parecida, en la cumbre, entre México, China y Canadá para conformar un poderoso frente común no sería nada mala idea, más allá de los alineamientos existentes y las cuestiones ideológicas.
Y es que, miren ustedes, a Trump hay que encararlo frontalmente: para mayores señas, su adhesión a los muy dudosos cánones de Putin no resulta de consideraciones estratégicas ni de un proyecto, digamos, nacional. Lo único que podemos aventurar en nuestra condición de observadores externos es que el tirano ruso le despierta una oscura iración en tanto que hombre fuerte y que a partir de ahí tiene lugar una suerte de hermanamiento personal con el sujeto. De la misma manera, simpatizará con cualquier opresor que se le aparezca en el horizonte. No es un negociador al que le sirvan concesiones ni consentimientos, como lo acabamos de ver en el caso de México.
Lo malo es que el sugerido triunvirato es muy poco posible geopolíticamente. Así que…