Una pregunta flota en el ambiente: ¿las medidas económicas de Trump son parte de un sólido proyecto estratégico o resultan de la mera impulsividad, aderezada de muy rudimentarios conceptos y flagrante ignorancia, del personaje?
Por lo pronto, y más allá de que el presidente de Estados Unidos y sus acólitos invoquen todo un rosario de deshonores y perjuicios comerciales debido a las abusivas prácticas de las naciones alegremente adscritas a doña globalización, el tema es que una abrumadora mayoría de economistas desaprueban radicalmente la imposición de tarifas, por no hablar de los mismísimos mercados y los inversores.
Trump heredó una economía ejemplarmente sólida y pujante. Su discurso, sin embargo, se alimentó del enojo de millones de ciudadanos, insatisfechos con su situación personal y castigados por la inflación que se desató al acaecer la pandemia del SARS-CoV-2.
Como todos los populistas, dibujó un horizonte rebosante de promesas y alentó deliberadamente la confrontación ciudadana en una sociedad que se encontraba ya dividida entre los conservadores de siempre y los heraldos de la agenda woke.
Es cierto que los liberales del Partido Demócrata se desentendieron de las preocupaciones más inmediatas de los ciudadanos y que la mera oferta de restaurar el orden anterior —el añorado paraíso de cuando ‘América’ era grande, presuntamente perdido— resonó como un canto de sirenas muy cautivador.
Pero en momento alguno se trató de dinamitar el orden internacional que los propios Estados Unidos habían instaurado al concluir la Segunda Guerra Mundial, ni mucho menos era asunto de desconocer a los adalides de la globalización —Reagan, Thatcher y sus fervorosos correligionarios neoliberales— implementando una aldeana política aislacionista sino que el tema, en todo caso, era centrarse en atender cuestiones muy puntuales como el déficit público, la asfixiante tramitología o enfrentar, en tanto que suprema potencia del planeta, el portentoso florecimiento económico, científico y social de China.
Tampoco figuraba en el plan maestro encarar a países amigos, romper alianzas y aliarse con un criminal de guerra… Pero, bueno, aquí sí podemos responder que no hay un esmerado programa detrás sino que está operando simplemente un bully.