Pasaron muchas cosas en la edición 78 de los premios Tony dignas de comentar y celebrar; nada como la emoción de ver al elenco original de Hamilton celebrando con un perfecto medley una década desde que Lin-Manuel Miranda cambió los musicales y, quizá, a la sociedad estadunidense para siempre.
Antes de que la guerra ideológica y política nos tuviera así de polarizados, el compositor, escritor y actor, cuya familia es orgullosamente puertorriqueña, hizo lo imposible: logró que la historia de Estados Unidos fuera contada por personas de color, por minorías, que en nada se parecían a quienes estaban interpretando, incluyendo a Washington, Jefferson, y claro, a Alexander Hamilton.
Hace diez años, escuchar la historia de los fundadores de ese país con hip hop, R&B o pop, y narrarla de esa manera, hizo que por primera vez millones de personas se interesaran en ella.
Podría escribir libros de cómo Hamilton cambió nuestras vidas; respecto a la celebración de antier solo puedo decir que es tan profundamente afortunado ese conjunto de talento, amor y genialidad, que volver a verlos en vivo es equivalente a un regalo de los dioses del teatro.
Los Tony no suelen ser tan celebrados en México porque parecen muy locales (error: lo mejor eventualmente llegará a nuestro país), pero el domingo demostraron que la historia podría estar más vigente que nunca. Sobre todo a modo de resistencia en tiempos tan discriminatorios como estos. Por eso Hamilton es para siempre.