Próximamente se cumplirán 150 años del nacimiento de Thomas Mann (1875-1955), el escritor alemán más famoso y representativo de su tiempo y la cabeza visible de una notable estirpe artística.
Mann nació en Lübeck en un hogar próspero, tuvo una infancia rodeada de comodidades y estímulos intelectuales, comenzó a escribir bajo la influencia y en competencia con su hermano mayor, Heinrich y, tras las tradicionales dubitaciones del artista adolescente, a partir de Los Buddenbrook, con apenas 26 años, tuvo un ininterrumpido ascenso por el camino de la fama, que nutrió con una producción infatigable de clásicos de diversas dimensiones, desde la portable Muerte en Venecia hasta la monumental La montaña mágica. En su obra se combinan la empatía y la ironía, la descripción histórica y social y la introspección psicológica más perturbadora, el culto al irracionalismo y el rigor intelectual, la experimentación y el realismo.
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Mann ganó los mayores reconocimientos, incluyendo el Nobel, y ejerció una gran influencia sobre el gusto de su época. Mas allá de esta ascendencia estética, acaso sin quererlo, el que, en principio, se reputó como escritor “apolítico”, fue uno de los intelectuales públicos más activos en las batallas culturales de su siglo.
La antología La guerra ya no está permitida. Escritos políticos y autobiográficos, (Síntesis, Madrid, 2009) permite observar los dilemas y elecciones políticas, así como las relaciones entre estética y vida pública que enfrentó el escritor. Como es sabido (y como ocurrió con otros grandes escritores contemporáneos) sus determinaciones políticas fueron cambiantes. Mann pasa de la justificación de la excepcionalidad cultural alemana y el alegato de por la supremacía de una aristocracia del espíritu artístico en la Primera Guerra Mundial a la defensa de la democracia durante la República de Weimar y a la enérgica advertencia contra ese “romanticismo bárbaro”, que se incubaba en el movimiento nacional socialista. Tras el arribo al poder de Hitler, en 1933, Mann comienza el largo exilio de su patria. Su estancia en Estados Unidos a partir de 1939 lo convierte en la figura más mediática del antifascismo, Mann conecta con el ánimo de Roosevelt, formula uno de los más articulados discursos contra el totalitarismo y aprovecha todos los foros para representar, no sin cierto histrionismo, la figura del humanista de Occidente.
En el libro se encuentran textos emblemáticos de las diversas etapas de Mann desde la enérgica petición al ministerio del interior del nazismo para que le devuelva su patrimonio confiscado hasta la famosa alocución en el centenario de Goethe en la que, por primera vez en casi tres décadas, el escritor vuelve a la Alemania dividida y derrotada. Pese a que muchas son piezas de ocasión hacen evidente la lucidez y elocuencia del autor, por lo demás se compilan también algunos escritos más íntimos y pintorescos que dejan ver, detrás del ídolo solemne, al hombre que duda y sonríe.
AQ