Daniela Soto-Innes. El lenguaje emocional de la gastronomía

Edición Fin de Semana | Revista M

En un mundo en el que la velocidad consume el detalle y la memoria, la chef mexicana invita a detenerse en cada bocado, a honrar cada ingrediente y a recordar que, al final, el verdadero lujo es la conexión


La gastronomía es un lenguaje universal, una narrativa que trasciende el acto de comer para convertirse en un manifiesto de identidad, memoria y comunidad. En ese escenario, pocos nombres resuenan con la autenticidad de Daniela Soto-Innes, la chef mexicana que, a los 28 años, fue reconocida como Best Female Chef por The World’s 50 Best. Su cocina no solo representa un homenaje a las raíces, sino un diálogo constante sobre pertenencia, transformación y exploración sensorial.

Con su más reciente proyecto —Rubra, situado en Punta de Mita— Soto-Innes redefine el concepto de la alta cocina: más allá del plato, más allá del proceso, más allá del ego. Para ella, el éxito de un espacio culinario no radica únicamente en la técnica, sino en su capacidad de crear comunidad, de ser un refugio en medio de la cotidianidad.

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En Rubra, cada plato es una celebración de la temporalidad, un homenaje al instante efímero donde el producto alcanza su esplendor máximo. Los ingredientes, seleccionados con un rigor casi obsesivo, cuentan historias de procedencia, de cultivo consciente y de manos que preservan el arte del campo. Para Soto-Innes, la cocina es un vehículo de conexión emocional, un lenguaje que atraviesa fronteras y se arraiga en la memoria colectiva.

RM: A los 28 años te convertiste en la chef más joven en ser Best Female Chef. ¿Cómo has resignificado esa etiqueta?

DS: Ese reconocimiento no fue solo un logro personal, sino una manera de dar visibilidad a lo que hacemos en nuestro mundo de la cocina y de compartir nuestra historia. Ser la primera mexicana en recibirlo me llenó de orgullo, y también me enseñó que los premios son puntos de partida, no destinos. Con el tiempo, esa etiqueta dejó de ser un título y se transformó en una plataforma para inspirar, aprender y amplificar las voces de quienes me rodean. No se trata de ser la mejor, sino de ser parte de una conversación más grande: un diálogo constante con mi equipo, con quienes nos visitan y con todas las personas que desean aprender, sin importar quiénes sean.

RM: ¿Los restaurantes han dejado de ser espacios funcionales para convertirse en escenarios de ficción personal y colectiva?

DS: Son escenarios donde la vida pasa. No me preocupa que tengan un poco de ficción, siempre que sea honesta, que nazca de un deseo genuino de conectar.

Daniela Soto-Innes, chef mexicana. | Fotografía Rodrigo Álvarez
Daniela Soto-Innes, chef mexicana. | Fotografía Rodrigo Álvarez


RM: Rubra parece un equilibrio de atmósferas, sabores, texturas y memorias más que un restaurante convencional. ¿Dónde empieza y termina hoy la autoría de un chef?

DM: La autoría de un chef es como una línea en la arena. Comienza en una idea, pero se transforma en las manos que la tocan, en los ojos que la descubren y en las historias que despierta. En Rubra, nosotros somos los narradores, pero el cuento es un colectivo de nuestros amigos, comensales, proveedores y de la gente que nos da buena energía desde lejos.

RM: ¿Qué tan consciente eres de estar diseñando no solo comida, sino una narrativa inmersiva?

DM: Soy plenamente consciente de que la experiencia gastronómica trasciende el plato y se convierte en una narrativa inmersiva donde la arquitectura, el interiorismo, el paisajismo y el diseño se entrelazan. Sin embargo, no lo abordo como una fórmula preestablecida. Para mí, cada plato es un fragmento de historia; cada rincón de Rubra es una página en blanco que espera ser escrita. Es una forma de contar historias sin palabras, donde los aromas, las texturas y los sabores se convierten en lenguaje. La comida como lenguaje siempre ha existido, pero ahora parece que se busca decir más: de dónde venimos, qué creemos, cómo habitamos el mundo.

La frase

“Me interesa contar historias de raíces, de tierra, de manos que trabajan, de abrazos”.


RM: ¿Qué te interesa comunicar desde tu mesa?

DS: Me interesa contar historias de raíces, de tierra, de manos que trabajan, de abrazos. Quiero que cada plato sea una conversación sin palabras, que hable de amor, de origen, de compartir; de la riqueza del Pacífico mexicano.

RM: ¿Los restaurantes buscan impresionar menos y contener más emocionalmente a quien los visita?

DS: Sí, porque lo que necesitamos hoy es sentirnos como en casa, cuidados. Rubra es un refugio, un lugar donde el tiempo se detiene y la comida es un abrazo. No buscamos impresionar, buscamos abrazar.

RM: ¿Hoy se cocina más con los sentidos que con las manos?

DM: La técnica es como el aire: siempre está ahí, pero no la ves. Hoy cocinamos con los sentidos porque es lo que realmente conecta. La emoción y la pasión son los mejores ingredientes, y la técnica solo es su cómplice silencioso.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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