Cuando el docente pierde el control

La protesta de un grupo de maestros en Guerrero, quienes incendiaron objetos frente a la sede del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, ha generado múltiples reacciones. Más allá del hecho noticioso, este acontecimiento nos lleva a una reflexión más profunda: ¿qué sucede cuando los formadores pierden el control emocional en público? ¿Qué mensaje transmitimos a nuestros estudiantes sobre cómo gestionar la inconformidad y la rebeldía?

Los docentes somos espejos emocionales para los alumnos. No enseñamos solo matemáticas o historia: enseñamos cómo reaccionar ante el conflicto, resolverlo y dialogar. Cada gesto y palabra frente al grupo educa, muchas veces más que la mejor planeación. Por eso, cuando un docente recurre a la violencia o a actos impulsivos para expresar su descontento, también valida esas conductas como medios legítimos de expresión.

El problema no es la protesta. El derecho a manifestarse es legítimo y necesario en cualquier democracia. El verdadero problema es cómo protestamos.

En tiempos donde la inteligencia emocional es una competencia clave tanto en el ámbito académico como laboral, los docentes debemos ser los primeros en ejercerla. Autoconocimiento, autorregulación, empatía, pensamiento crítico... todo aquello que exigimos a nuestros alumnos debe, antes que nada, habitar en nosotros.

Se ha demostrado que los maestros con mayor inteligencia emocional no solo gestionan mejor el estrés, sino que también generan ambientes de aprendizaje más seguros. Y en un país donde el agotamiento docente es real, y la frustración por condiciones laborales adversas existe, es urgente abrir espacios de diálogo. Pero también urge formar líderes educativos con capacidad de respuesta emocional constructiva.

El acto simbólico de quemar objetos frente a una institución representa más que un reclamo: revela una herida, pero también una carencia. Carencia de canales eficaces de comunicación, reconocimiento profesional y acompañamiento emocional.

Es tiempo de reeducarnos también a nosotros. Si deseamos que los jóvenes aprendan a canalizar su rebeldía con inteligencia, debemos mostrarles cómo hacerlo. Si queremos que discutan con respeto, no podemos responder con el mismo enojo que tratamos de evitar en ellos.

La autoridad moral del maestro se construye, no desde el control, sino desde el ejemplo.

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Alicia Ivette Sierra Sosa
  • Alicia Ivette Sierra Sosa
  • [email protected]
  • Directora de Liderazgo Académico de la Universidad del Noreste Lic. Filosofía y Letras Máster en Gestión Universitaria Máster en Dirección de Instituciones Educativas
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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