
Bastaron 48 horas en Inglaterra para celebrar el peso inmenso de la amistad, la magia circular del azar y la brevedad del tiempo que se alarga en la mente y corazón de quien se sabe lector, leído y escrito. Agradezco de corazón la hospitalidad de la Universidad de Birmingham en la tierra media del Reino Unido y el encomiable esfuerzo académico y afán en pro de la literatura del doctor
Luis Medina, el milagro de venir por dos días a su ecuador inglés para celebrar los Cuarentínimos para la cuentena y Cuentínimos para la cuarentena que sirvieron de aliento durante el confinamiento de la pasada pandemia del covid.
Parece que aquello fue hace mucho tiempo y en realidad no ha sido más que un breve respiro en las biografías de quienes padecimos el encierro y la distancia, la incongruente cercanía con todos aquellos que nos quedaron lejos e incluso los afectos que murieron por la guadaña implacable de una enfermedad que cambió al mundo para siempre. Luis Medina y la Universidad de Birmingham tuvieron a bien antologar la pura literatura que brotó durante el confinamiento, las letras que sirvieron de salvavidas y los pequeños o largos relatos que marcaban el paso de las horas, las sábanas sin planchar y las madrugadas que pendían de un hilo. A mucha honra y prez los cuentínimos que escribí como desprendido homenaje a los poemínimos de Efraín Huerta llegaron a ser reconocidos y leídos ahora en un ambiente multidisciplinario e interacadémico donde el pasado reciente ya quedó como recuerdo. Aquí y ahora estos pequeños relatos relámpago han quedado alineados con la poesía instantánea, las acuarelas al vuelo, los aforismos efímeros, los versos en vuelo y otras expresiones literarias que se volvieron párrafos y páginas compartidas a través de las redes sociales, los correos correspondientes y la memoria compartida de prójimos y próximos que leían para respirar o reían para sobrevivir o relataban para relacionarse en este mismo mundo donde parecía que todos queríamos mejorar y merecer mejores vidas.
Ahora que el planeta ha recaído en una estulticia necia, en el imperio fascista de la estupidez empoderada y el regreso agresivo de las mentiras, parece un valioso milagro reunirse aunque sea por 48 horas en Birmingham para no olvidar lo que permanece y dura: el inmenso milagro de la literatura que —aunque breve— provoca la prolongación de nuestra respiración y el abrazo que merecemos todos.