A través del tiempo hemos creado ideas o hasta ídolos creyendo que el personaje en cuestión casi es perfecto, todo lo soluciona y es el indicado para sacar adelante alguna situación que se antojaba de otro planeta.
Los falsos adoradores fabricaron un personaje casi perfecto alrededor de Jardine. Nunca lo imaginaron flaquear porque se acostumbraron a que todo iba muy bien, todo le salía a pedir de boca. Los jefes de él nunca externaron alguna incomodidad. Los tres campeonatos seguidos avalaban cualquier idea que se deseaba externar.
Lo reprochable siempre fueron sus modos al momento de dirigirse a los árbitros, y precisamente esta acción, le ocasionó una expulsión bien ganada que luego se derivó en perder moralmente lo que ya había ganado.
Todo iba muy bien, y ya. Lo mismo pasó con los actores de los Rayados, y ya cambiaron de entrenador porque a la postre todo es finito, tiene su caducidad. No por cambiar de personaje en un equipo se generan mejoras. A éstos les sobran motivos y eventos para estar cambiando cada semestre.
Los cementeros de Cruz Azul le dieron todos los permisos posibles a Anselmi para que hiciera lo que a su gusto estuviera a la mano; pero este personaje los abandonó contra las leyes naturales de la buena educación. Después, al lograr un triunfo importante fuera de nuestras fronteras, a Vicente lo dejaron a la deriva. Eso sólo se ve en nuestro país pero es imposible soportar tal conducta gerencial.
Santos le apostó a Ignacio Ambriz y luego a Fernando Ortiz. Pronto se decepcionó de ambos; y esto los hizo y casi obligó a cambiar de rumbo, no solo de estrategia. Más vale un extranjero desconocido que un “nativo” lleno de dudosos encantos. La nueva apuesta está hecha porque pensándolo bien, si no funcionó con los que daban aparente certeza, quien quite ahora se le atine.
En un momento del trayecto se pensó que todo iba muy bien. Hoy sabemos que cuando el éxito estaba al lado, faltó la mínima dosis de prudencia.
