Seducir

  • Para Reflexionar
  • Seducir
  • Luis Rey Delgado García

Seducir, ¡pobre palabra!, asociada al donjuanismo, al machismo, a la manipulación sexual… definida como “arrastrar, persuadir a alguien con promesas y engaños a que haga cierta cosa, generalmente mala o perjudicial”, entre otras malévolas acepciones como “engaño con el fin de conseguir los favores sexuales”. 

Sin embargo, hoy nos dejamos “arrastrar por el poder de seducción” de un producto, ya sea material o humano (políticos, estrellas de cine). 

También vivimos experiencias de la erótica virtual de los chats y de las compras electrónicas en Internet, es decir, seducimos con una, en ocasiones fingida, atractiva personalidad y nos dejamos seducir por los regalos que recibimos, aunque los hayamos pagado con la tarjeta de crédito (otro objeto seductor) 

Nos dejamos llevar por la sociedad del espectáculo, la sociedad de lo efímero, más de lo que pensábamos ¿O será que estamos comenzando a quitarle el polvo moralista a esta mágica sensación de “seducir y ser seducidos”?

Hemos ido aceptado que el poder posee su encanto, donde públicamente los políticos desean seducir a sus futuros votantes, y en la empresa dónde los empleados puedan seducir a sus jefes en aras de conseguir mejoras, o poder. 

¿Y cuánto de seducción aceptamos que haya en nuestras relaciones sociales, familiares, de pareja?

Para los griegos, la seducción (apatáo) es el engaño, la traición. Sin embargo, en latín (seducere) significa únicamente “llevarse aparte a alguien”, llevarse a alguien consigo, atraérselo. 

Pero fue la traducción de la Biblia que realizara San Jerónimo la que instaló la palabra con su significado culpable, ya que la serpiente “seduce” a Eva en el Paraíso. 

¿Cómo devolvemos a la seducción su antiguo significado de atracción?

El moderno diccionario explica que seducir también es “ejercer (alguien o algo) un gran atractivo (sobre alguien)”. Una tercera definición: 

“Hacerse una persona irar, querer o, particularmente, amar por otra”. 

Por ello, dos tipos de seducción: una menos legítima, de engaño y manipulación. 

Y hasta leyendo artículos y libros, y cursillos de seducción que existen para aprender técnicas que conviertan en éxito lo que en realidad podría ser simplemente nuestra falta de autoconfianza.

Afortunadamente existe otra, la sincera, la directa y amorosa, que nace de nosotros mismos, de nuestra autoestima, de una percepción positiva de uno mismo que nos permita valorar las cualidades que forman parte de nuestra persona. 

Sin caer en trampa mental de la necesidad de gustar, de agradar a los demás por encima de uno mismo. 

Una cosa es estar contento consigo mismo, aceptarse y otra cambiar para ser aceptado o esperar el reconocimiento del otro.

Existe pues la belleza y bondad de la persona y su natural seducción



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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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