Entre que pone una foto de sí mismo como el papa y se pelea con los gobiernos del mundo, uno pensaría que no hay que hacer mucho caso a las tonterías que Trump sube a sus redes, pero la industria del cine no puede darse ese gusto en este momento. Es verdad que mucho de lo que llamamos Hollywood se filma y hasta se posproduce en distintos lugares del mundo; hay una razón por la que eso ocurre desde hace tiempo y cada vez más. Dan incentivos fiscales, expertos en las distintas disciplinas y facilidades para hacer las cintas y las series.
Cuando Trump usa su juguete amenazante favorito —los aranceles— para “obligar” a que se vuelva a filmar en Estados Unidos, cobrando 100% de impuesto a las cintas que se hagan fuera, lo que está haciendo es poner en riesgo la capacidad de hacer la gran mayoría de esas producciones, punto. Menos trabajo para la industria en su país.
Hay una terrible crisis de trabajo especializado en el cine en EU; editores, fotógrafos, vestuaristas, maquillistas, todos están en problemas porque hay menos trabajo. California se ha visto lento en resolver ese problema por su política fiscal y el costo de filmar ahí. Estados como Georgia, sin embargo, lo hacen muy bien. Y por ahí va la cosa.
El cine es una industria global, las empresas pueden tener su sede en EU, pero sus títulos y artistas pertenecer a otros países. Esta propuesta es absurda de origen; alguien ya le dijo a Trump y respondió que hablará con los representantes de la industria. Será cosa de negociar con Mel Gibson, Jon Voight y Sylvester Stallone, a quienes ha nombrado “embajadores especiales para revitalizar la industria del cine estadunidense”. Y restan así los trancazos y esto apenas empieza.
