Una nueva mirada a las culturas americanas desde el Met de Nueva York

Entrevista

La arqueóloga mexicana Laura Filloy Nadal encabezó la renovación de la sección de Artes de la antigua América en el Met de Nueva York. Su propuesta curatorial teje relatos sobre migración, mestizaje y memoria, desde una mirada profundamente humana.

La arqueóloga, conservadora y curadora mexicana Laura Filloy Nadal se enfocó desde 2018 en la renovación del ala Michael C. Rockefeller del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (Met), en específico en la sección Artes de la antigua América, e impulsó una nueva narrativa sobre la región.

“Yo me considero una contadora de historias. Para mí, hacer narrativas es lo importante. La riqueza de mi trabajo y la riqueza para mí personalmente y lo que me da un lugar en este quehacer es precisamente el buscar los objetos que me permitan contar las historias que yo quiero narrar. No es que tenga piezas favoritas, sino tengo historias favoritas que se tejen gracias a los objetos que tenemos”, explica la arqueóloga mexicana, que trabajó en la curaduría de la sección de culturas de América con Joanne Pillsbury, la curadora Andrall E. Pearson, y Hugo Ikehara Tsukayama como investigador adjunto senior.

En entrevista exclusiva para Laberinto desde Nueva York, una ciudad multicultural a la que compara con Teotihuacán en el mundo prehispánico, Filloy Nadal desmenuza los detalles del proyecto con el Met, que el pasado 31 de mayo reabrió al público general el ala de colecciones de América, entre ellas las relativas a México prehispánico y colonial, África y Oceanía, que se habían cerrado desde 2021.

“Para el área de Teotihuacán, lo que nos interesaba mostrar es que era una ciudad multicultural donde había multiplicidad de profesiones trabajando juntas. Pintores, orfebres, escultores, distintos artistas, muralistas, ceramistas, pero de toda Mesoamérica. Se hablaban todas las lenguas. Y la narrativa que quise contar con estas piezas es que en el pasado Teotihuacán era lo que hoy en día es Nueva York”.

“Otra cosa muy interesante es que en las colecciones había un pequeño pendiente de oro chiriquí de Panamá, que había sido encontrado en Chichén Itzá en el siglo XIX. Fue como una revelación de estas conexiones que existían en el pasado. La historia ahí es imaginarse que en algún momento hubo una persona o una transferencia de un objeto que venía desde Panamá y que fue depositado en un lugar que era sagrado, como tantos sitios hoy en día donde vamos a dejar ofrendas. Es la riqueza de ser curador, el poder ver los objetos y a través de ellos comunicar la historia y generar conocimiento en el otro”.

Filloy Nadal se licenció de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y cuenta con maestría y doctorado en Arqueología por la Université París, Pantheón-Sorbonne, además de que ha sido investigadora invitada en las universidades de Princeton, Sapienza de Roma y Harvard, y colaboradora del British Museum.

Cuenta que en 2018, a instancias del Met, se organizaron reuniones en el Museo Nacional de Antropología e Historia y en el Museo del Templo Mayor de Ciudad de México, en las que el equipo del ala Michael C. Rockefeller fue a presentar el proyecto para reimaginar sus nuevas galerías, a un grupo de investigadores mexicanos, ella en los convocados, y en 2022 fue invitada a hacer la curaduría.

“Llegué a Nueva York en 2022 para entrar de lleno en la reconceptualización del discurso y la selección de los objetos que ayudarían a tejer y a presentar las nuevas galerías. Y estas son hoy las historias que queríamos contar entre mi socia curadora, Joan Pillsbury, y yo”, expone la investigadora mexicana.

La renovación del ala Michael C. Rockefeller, que abarca unos 3 mil 700 metros cuadrados de espacio expositivo en el lado sur del lado sur del Met fue diseñada por Kulapat Yantrasast de WHY Architecture, quien vino con su equipo a México a la reunión con Filloy Nadal y otros especialistas.

La arqueóloga cuenta que el arquitecto tailandés y su grupo tuvieron la oportunidad de visitar diferentes sitios arqueológicos del México y tomar ideas que pudieran inspirar el plano o la distribución museográfica de la sala, en la que hay dos espacios: uno que es una doble altura inspirada en lo que sería la arquitectura mesoamericana de plazas y conjuntos cuadrangulares, o calles y grandes avenidas. En cambio, en una parte baja de la galería hay recintos cerrados característicos de la región de Perú.

Túnicas con felinos. Textiles elaborados entre 1450 y 1530 en el Reino Chimú o Chimor, ubicado en la costa del actual territorio peruano. (Cortesía)
Túnicas con felinos. Textiles elaborados entre 1450 y 1530 en el Reino Chimú o Chimor, ubicado en la costa del actual territorio peruano. (Cortesía)

Los arquitectos también buscaron diferenciar las tres áreas culturales (África, América y Oceanía) que forman el ala con distintos elementos que sean característicos de cada una de las regiones. Para el área de América eligieron que las bases de las vitrinas y las paredes estuvieran recubiertas de una piedra caliza, inspirados en los sitios patrimoniales de la península de Yucatán.

“Hay distintos guiños que podemos ubicar en paralelismo con la arquitectura vernácula de esta región. Los arquitectos también tuvieron la oportunidad de ver cómo la luz del día y el espacio verde hacen que la sensación o la apreciación que uno tiene de los objetos en los sitios cobre una dinámica distinta y cobre vida. En esta nueva presentación se juega con la luz que entra por este gran ventanal de la sala Rockefeller y con la colindancia con Central Park. Cuando el espectador usa la sala o pasea por ella, dependiendo de la hora, va a tener un acercamiento y una base diferente en cada hora”, expone Filloy.

También consideraron que los objetos en el pasado estaban unos colocados o se utilizaban al aire libre o en plazas, y el sol jugaba un papel fundamental en la forma en la que el espectador observaba.

¿Cómo se encontraba el ala Michael C. Rockefeller cuando asumió la curaduría?

El ala fue inaugurada a finales de 1982. ¿Qué había sucedido? Dos cosas: el museo, su infraestructura, su edificio había envejecido, había problemas que impedían el buen funcionamiento. Sobre todo, tenía un gran ventanal que ya no era funcional, se perdía mucha energía, había problemas con filtros UV para la protección de los objetos. Y era necesaria una remodelación integral del edificio.

¿Y la colección?

En cuanto a la presentación de los objetos, en los últimos 40 años ha habido un desarrollo impresionante del conocimiento sobre lo que son las culturas del pasado del continente americano. Los grandes descubrimientos arqueológicos se fueron dando precisamente en la década de los ochentas. Sin ir más lejos, el proyecto Templo Mayor, en cuanto a México, se inició en 1978 y ha continuado. En Perú, las Tumbas del Señor de Sipán se descubrieron en los ochentas. Y el desarrollo de la epigrafía, que nos permite saber más de la narrativa, de la religión y de la vida de los mayas, también se ha desarrollado en las últimas décadas. Nos encontrábamos en un momento ideal donde existía muchísima más información para poder presentar los objetos con contenidos que fueran actuales y que mostraran el avance que las ciencias han tenido y que nos permiten saber muchísimo más de estas ricas culturas.

¿Cuáles fueron los criterios para la curaduría?

La colección del Met tiene una ventaja: está hecha de objetos de diferentes culturas, diferentes temporalidades, y abarca desde más o menos el 1200 antes de nuestra era hasta el siglo XVI. Es decir, no es un museo nacional ni local; la sección de América tiene piezas que van desde el territorio de México hasta la Patagonia, lo cual permite hacer narrativas y conexión entre las diferentes áreas. Esto es algo que también sabemos ahora y que antes no se sabía, que estas regiones estaban tremendamente comunicadas. Teotihuacán tenía relaciones con el área maya y el occidente de México con la zona de Ecuador o toda la franja que recorre la cordillera de los Andes era un solo territorio. Esto nos permite borrar lo que son las fronteras actuales y replantear nuestro discurso pensando en el intercambio de ideas y en la manera en la que la gente se movía e interactuaba en el pasado sin estos límites tan contundentes que tenemos el día de hoy marcados por la existencia de fronteras entre los países.

¿Hay entonces una reinterpretación ideológica de las culturas antiguas de América en la curaduría?

Para mí es importante mencionar que uno de los rasgos del continente americano es que se ha nutrido de la migración, que comenzó en oleadas hace 20 mil años desde Asia y que fue poblando este continente americano. Fueron diferentes oleadas, la gente obviamente se movía de arriba para abajo, lo que fue conformando el mosaico cultural tanto de la época precolombina como del día de hoy. Después del siglo XVI obviamente el continente se fue nutriendo por migraciones forzadas y voluntarias, forzadas, por ejemplo, en los millones de personas que arribaron desde África; voluntarias, de Europa. Y en la época virreinal también comenzó a haber un flujo de personas nuevamente del oriente y de Oceanía hacia América y eso es lo que ha conformado el mosaico pluricultural que es América hoy día.

El Met es un reflejo de esto porque se muestra la creatividad, la creación artística de toda la humanidad y de todo el orbe. En sus distintas salas podemos encontrar piezas que dan muestra de esta creación artística que se ha dado a lo largo de los milenios. Y una de las cosas que se ha querido hacer también en la nueva reconceptualización de la sala es que quizás en ella solamente se presentan las culturas de lo que hoy conocemos como Latinoamérica hasta el siglo XVI. Pero si vamos a otras zonas del museo podemos encontrar objetos, pintura virreinal o instrumentos musicales o colecciones de armas y también de arte contemporáneo. Y esto es interesante porque se expande también y se coloca estas culturas de los países latinoamericanos en el contexto de la creación artística mundial.

Esta visión sobre la migración en América llega al Met de Nueva York en momentos muy delicados para los migrantes en Estados Unidos, en particular los mexicanos y latinoamericanos. ¿Cómo anclan la renovación en términos sociales y políticos?

El Met ha buscado desde su inicio hacer contenidos en español. Existe una audioguía muy interesante generada mediante entrevistas con colegas que viven y trabajan y estudian las culturas, de México, Perú, Colombia, Ecuador, Puerto Rico. Y en la audioguía se usa su voz, ellos son los narradores precisamente de estas historias. Por otro lado hemos generado diferentes contenidos como videos y pequeñas animaciones que se encuentran en la página web y también son bilingües. Lo mismo que se han estado generando entradas y artículos en la página web también con contenido en español para poder permitir que la gente que no domina el inglés o no habla el inglés, no importa si es residente de este país o está en otro lugar, pueda acceder a los contenidos del museo también en español.

Con un programa de puertas abiertas a la comunidad se ha buscado atraer a las diferentes generaciones, no solamente a la primera generación migrante, sino también a las comunidades descendientes que ya son nacidas, por ejemplo, en Nueva York, a que puedan acceder al museo y hacer uso y un disfrute de estos objetos a la vez que puedan encontrar en el museo un vínculo hacia esas comunidades de donde son originarias. Y colaboramos con artistas o gente de otros estudios de todos los países, no solamente académicos, que nos han ayudado a generar los contenidos. Por lo tanto, la visión y la información no es solamente desde la perspectiva de las dos curadoras del Met, sino que se le da voz a todos para mostrar este espíritu colaborativo que debe imperar en todos lados.

¿Toda la colección del Met se exhibe ahora en la sección de Artes de la antigua América?

Son alrededor de 700 piezas ahí (1800 en toda el ala Rockefeller). No está todo exhibido, hay piezas que se conservan en la bodega del Met. La idea en el futuro es hacer rotaciones, que se pueden enriquecer con préstamos temporales y de colaboración con colegas del continente. Toda la colección de América sí está en línea en la página web a disposición del público, y las fotos son también del dominio público y se pueden usar.

Incensario de la deidad Xantil, entre otras piezas prehispánicas pertenecientes a culturas nahuas del centro de México. (Cortesía)
Incensario de la deidad Xantil, entre otras piezas prehispánicas pertenecientes a culturas nahuas del centro de México. (Cortesía)

¿Por qué se cambió el nombre de “azteca” por “mexica” para lo referente a esa cultura?

En Estados Unidos desde siempre se había decidido llamarlos “los aztecas”; en México siempre se dice “los mexicas”. Generalmente en los museos de Estados Unidos se utilizaba aztecas. Y en esta reconfiguración decidimos utilizar el nombre de mexicas, porque así es como ellos se denominaban. Ellos cambiaron su nombre en un momento determinado y ese es el nombre con el que ellos se conocían. Entonces decidimos que debíamos utilizar esa manera de nombrarlos. Lo mismo, por ejemplo, con los objetos mixtecos y con los objetos zapotecas, se utiliza tanto el nombre indígena, por ejemplo, no solo mixteco, sino ñu savi. Y cada vez que tengamos a más nombres, bueno, para los nahuas también se utiliza el nombre nahua, etcétera. Lo hemos colocado en las cédulas.

Otra cosa interesante de las cédulas y que también es distintivo de esta curaduría es que, por primera vez, se nombra por su nombre a un autor de un relieve maya. Y esto es porque tenemos la suerte de que ese relieve de La Pasadita en Guatemala tenga la firma del artista. Sabemos no solamente el año en el cual se hizo esa pieza, que es el 770, también que ese relieve proviene de un sitio específico en la región del Usumacinta, y conocemos el nombre del artista: Chacalte. Para nosotros es muy importante en un museo de arte poder decir quién hizo la pieza y poner a Chacalte en el mismo lugar de la historia del arte universal, donde se nombra a otros creadores como Renoir o como Miró o como Picasso o Villalpando o cualquier otro de los nombres que conocemos de la historia de la creación humana.

Y hablando de cambios de nombres, el gobierno de Donald Trump decidió cambiarle en EU el nombre al golfo de México. ¿Cómo se le llama ahora en el Met? ¿Por ejemplo, cómo se les llama ahora a las culturas del golfo de México?

Exactamente así: las culturas del Golfo de México. Son las culturas del golfo, la zona huasteca que colinda con el golfo, no hay ningún problema. Seguimos la nomenclatura que se ha utilizado siempre.

¿Quiénes colaboraron con usted en México?

Patricia Ledesma, directora del Museo del Templo Mayor, quien es miembro del consejo curatorial extendido; Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología; Bertina Olmedo, curadora de la sala Mexica de este recinto, con la que se hizo una investigación para encontrar la policromía original de esculturas de los dos museos (Met y Antropología) y hacer una restitución cromática digital para que el público pueda conocer cómo estaban pintadas en el pasado las esculturas mexicas. Diana Magaloni, con quien trabajamos cuestiones de pintura mural. Leonardo López Luján, Guilhem Olivier, Javier Urcid, que han trabajado algunas de las cédulas que ahora se presentan en la página web. Adrián Velázquez, experto en malacología. Lorenza López Mestas (coordinadora nacional de Arqueología) fue una clave fundamental para hacer contenidos del occidente de México y también hizo un ensayo que próximamente subiremos a la red también de manera bilingüe. Seguro se me olvidan muchos nombres.

Deidades, espíritus y figuras femeninas mexicas representadas en piedra. (Cortesía)
Deidades, espíritus y figuras femeninas mexicas representadas en piedra. (Cortesía)

¿De qué manera influye en su concepción de curaduría este problema de las subastas de piezas arqueológicas de Mesoamérica, del saqueo patrimonial, y de la postura de muchos países afectados respecto a la repatriación de esas piezas?

Para mí los museos son un lugar donde hay esparcimiento, conocimiento y disfrute. El que las piezas puedan estar expuestas al público y a la información que genera el mismo museo, para mí eso es importantísimo, eso es lo que tenemos que pensar en tanto a las piezas de las diferentes culturas. En México hay colecciones que no solamente son de México, como las colecciones del Museo de las Culturas del Mundo. Los museos nos permiten conocer o viajar con la imaginación y mirar lo que se hacía en otros lados del mundo. Para mí los museos tienen una función social muy importante, educativa, pero también de disfrute. Cualquier persona que entre a un museo se va a transformar, va a salir ganando algo, simplemente paseándose por un lugar donde pueda observar lo que el otro hizo en otro momento, mirar a través de los ojos de otro cómo se veía el mundo, eso es fundamental. Las piezas que están en los museos tiene una función social muy importante en cualquier país del mundo.

¿Cómo se siente ahora que reabre el ala Michael C. Rockefeller y que ve su trabajo en el Met?

Para mí es algo extraordinario. Siempre abrir una exposición temporal es un gusto porque se puede transmitir algo en lo que uno ha estado trabajando, presentar nuevos contenidos, nuevas narrativas. Pero inaugurar el ala de un museo con una colección que es permanente y que va a estar presente y a la mirada del público durante muchos años ha sido una de mis empresas más importantes. Estoy tremendamente orgullosa de poder haber sido parte de este esfuerzo, internacional, de verlo cristalizado en una sala, de poner en un lugar de referencia a las culturas del pasado americano. El Met tiene una afluencia anual de más de 6 millones de personas, gente que proviene de todo el orbe, eso es importantísimo para México y para toda América Latina. Y atrás de escena trabajamos para hacer posible que el público disfrute de esta nueva sala.

AQ

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