Las grandes dudas de la elección

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Se acabó. O tal vez no. Para bien o para mal, quizá ahora todo esté por empezar. El principio de algo invivible o el final de una cosa insoportable. Todos los actos de la vida están cargados de una emoción que une a los que la viven. A veces en el mismo sentido, otras con emociones encontradas y hasta opuestas, y algunas más tan enredadas y confusas que convierten en inconfesable lo que sentimos. Algo así, entremezclado y confuso, fue lo que sucedió con el proceso de la reforma judicial y su votación.

A esta hora que termino de escribir todavía no es claro cuál fue el porcentaje de la votación. Quizá el dato más importante de esta elección. A pesar de ello, ni siquiera necesito que salga la presidenta del INE a anunciarlo. Sé que fue bajísimo. Lo sabíamos todos. Es precisamente la premonición de este dato la que hizo sentir lo que no se debía sentir y, sobre todo, la que de alguna manera hizo evidente lo inconfesable. Me explico.

Durante varias semanas la opinión más seria y respetable de nuestro país se expresó de manera vehemente al tiempo de dividida en dos clarísimos bandos: los que se iban a abstener o en todo caso anularían y los que decididamente irían a votar. Como es lógico, la mayoría de los primeros pertenecían al pensamiento opositor y los segundos a aquellos más en línea con las acciones del gobierno. Lo curioso es que ambos daban como justificación para su postura los mismos y exactos argumentos.

¿Cómo es eso posible? A continuación reproduzco algunas de las críticas que hicieron no los que estaban en contra y iban a abstenerse o anular, sino aquellos que estaban a favor: Una reforma que empezó con el pie izquierdo. Que debió haber sido detenida antes de llegar a estas instancias. Mal diseñada. Sin ningún argumento que sugiera que mejorará la impartición de justicia. Llena de faltas. Hecha a la carrera. Desaseada. Con un método de selección de candidatos muy cuestionable. Una tómbola vergonzosa. Con delincuentes inscritos. Algunas de las boletas con ineludible sesgo. Con acarreo. Compra de votos. Campañas con privilegios. Promoción de acordeones ilegales. Promoción de mentiras por parte de actores institucionales. Compleja. Un grave error. Histórico.

Una crítica implacable y demoledora. Repito, solo cité a los que están a favor, no a los que están en contra. Una crítica hecha con la intención de urgir a los opositores a votar. Persuadir aun al oponente más resuelto y enconado de cambiar, de unirse, de sumarse y participar con ellos en la elección, ¿por qué? 

Es aquí donde surge lo revelador y también inconfesable. No había necesidad. Aunque los opositores no participaran, la elección seguiría siendo válida, entonces, ¿de dónde viene la urgencia para hacer que votaran? ¿No confiaban en los votantes? ¿No confiaban en Morena? ¿En ellos mismos? ¿En los acarreados? Pero si llevaban acordeones preparados para no fallar en lo que se quería. ¿Necesitaban en el proceso la honestidad de los opositores para defenderse de la deshonestidad de sus aliados? ¿Son en el fondo ellos mismos opositores a lo que se está viviendo? Y por último, ¿le habrá quedado claro al oficialismo que necesita de opositores para vendernos democracia? 


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Ana María Olabuenaga
  • Ana María Olabuenaga
  • Maestra en Comunicación con Mención Honorífica por la Universidad Iberoamericana y cuenta con estudios en Letras e Historia Política de México por el ITAM. Autora del libro “Linchamientos Digitales”. Actualmente cursa el Doctorado en la Universidad Iberoamericana con un seguimiento a su investigación de Maestría. / Escribe todos los lunes su columna Bala de terciopelo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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