Algo pasa en Ciudad de México. En las últimas semanas ocurrieron tres eventos que ameritan una reflexión. Parecería como si alguien tratara de desestabilizar al gobierno de Clara Brugada o de provocar un ambiente de frustración, temor o confusión entre la ciudadanía.
Primero, la CNTE se apersonó en la capital, se instaló cómodamente en el Zócalo y se dedicó a bloquear puntos estratégicos de la ciudad (como el aeropuerto y Paseo de la Reforma). Las pérdidas económicas por los bloqueos fueron millonarias y las molestias y afectaciones para la población capitalina fueron mayúsculas. Las movilizaciones de la CNTE no son extrañas, especialmente alrededor del 15 de mayo; sin embargo, en esta ocasión se prolongaron más de lo usual y sus manifestaciones fueron de mayor alcance e impacto. También sorprendió que los bloqueos ocurrieran incluso después del anuncio de una importante alza salarial y de mejores prestaciones para el magisterio nacional.
Segundo, el muy planeado asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, dos personas cercanísimas a la jefa de Gobierno. Ximena era su secretaria particular y José era su principal asesor. En el gobierno de la ciudad todo mundo sabía que ellos eran las personas de mayor confianza de Clara. José, además, era el hermano menor de Mariano Muñoz, fundador y líder de la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (Uprez), organización en la que Clara Brugada desarrolló la mayor parte de su carrera política. Si de por sí el asesinato representaba un mensaje ominoso, peor aún es el hecho de que la cámara del C5 que pudo haber grabado el artero crimen no estaba funcionando y que dos mandos policiales fueron suspendidos por un presunto mal manejo de evidencias. Por lo demás, a casi dos semanas del crimen no ha habido avances sustantivos en las investigaciones.
Tercero, lo ocurrido este viernes en el Multiforo Alicia, un espacio cultural que fue desalojado en un operativo conjunto por elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y de la Guardia Nacional, quienes iban equipados con armas largas como si se tratara de un enfrentamiento con criminales. Afortunadamente, los asistentes al evento reaccionaron en forma pacífica y la cosa no pasó a mayores. Sin embargo, el riesgo de un enfrentamiento estaba latente y pudo haber tenido consecuencias funestas. Lo que siguió fue un deslinde generalizado de diversos actores políticos y a la fecha no se sabe quién dio la orden para la intervención policiaca en un evento de carácter cultural. La imagen de policías desalojando el foro allí queda para la posteridad y para vergüenza de un gobierno de corte progresista.
Estos tres eventos bien pueden ser hechos aislados. Sin embargo, en política pocas veces hay tantas coincidencias. Puede ser que haya grupos u organizaciones que estén intentando contribuir a generar o transmitir un ambiente de caos y confusión en la ciudad. Quizá sea momento de que la Jefa de Gobierno reorganice su propio equipo de trabajo. Además, habrá que estar alerta frente a otros grupos políticos, internos o externos, que pudieran tratar de beneficiarse de un ambiente de temor, crispación o confusión entre la ciudadanía.