
La idea era utilizar el diseño como una herramienta de mejora social y que las mujeres artesanas de diferentes partes del país no vivieran en otras ciudades ni trabajaran en maquilas, sino que ejercieran los oficios en sus comunidades y se beneficiaran de un conocimiento generado durante generaciones.
Con ese objetivo nació Fábrica Social.
Lo explica Dulce María Martínez de la Rosa, fundadora y Directora creativa de esa formación civil, uno de cuyos lemas es: Texturas. Colores. Historias que se cuentan en cada pieza.

Y fue así como en el año 2007 se formó la organización, con la que dos años después, en 2009, ofrecieron asesoría a las artesanas y agrupaciones de pueblos originales para comercializar sus productos, pues por vivir puntos alejados siempre se les ha complicado trasladarse.

Entonces Fábrica Social se encargó de la capacitación; lo que significó visitar comunidades e impartir los talleres de diseño —la espina dorsal, como le llaman— y comercio justo; de tal forma que las artesanas desarrollaran metodologías de venta para que los pecios de las piezas se basaran realmente en las necesidades de ellas y no en una ocurrencia, como dice la antropóloga social Dulce María, cerebro del proyecto.
Así nació Fábrica Social, una empresa y marca que se formalizó como escuela rural itinerante de diseño.

La empresa trabaja con 11 etnias de diferentes pueblos: Oaxaca, Yucatán, Chiapas, Hidalgo, Guerrero, Jalisco y Estado de México, donde las artesanas han recibido herramientas de diseño para comercializar mejor sus productos, de acuerdo a los lineamientos mencionados por Martínez de la Rosa, la diseñadora industrial que inició este proyecto.

La también directora creativa de Fábrica Social informa que tienen puntos de venta en las colonias Roma, Condesa, Juárez y San Ángel, además de distribuir piezas en tiendas de museos, como el de Arte Contemporáneo, MAC, y también a través de tiendas en línea.
El nombre de Fábrica Social nace de la reflexión, según describen, “de cómo lo que fabricamos materialmente produce sociedad”.

Otra de las colaboraciones que tienen es aportar nuevas ideas en la comercialización, así como nuevos productos y líneas.
Una vez que están listas, compran la producción, porque los lineamientos de comercio justo, precisa Martínez de la Rosa, “siempre indican que se debe comprar, porque ellas no tienen que asumir ese costo, así como también pagamos las experimentaciones”.

Y es que las artesanas tienen sus organizaciones muy peculiares. Por ejemplo, hay grupos de mujeres que forman parte de cooperativas, mientras que otras deciden cómo van a trabajar.
Fábrica Social les ofrece capacitación en ciertos temas y les compra las producciones para después comercializarlas en los cuatro puntos que tienen en Ciudad de México.
—Y también en línea.
—También en línea los clientes pueden entrar, porque todas nuestras piezas son diferentes y enviamos a todo el mundo— contesta Martínez de la Rosa, entrevistada en Fábrica Social de la colonia Juárez.
—Y ustedes siempre están viajando.
—No siempre; en la actualidad, afortunadamente, con toda la red de internet que hay, trabajamos vía zoom; el grupo con el que menor tiempo llevamos es de 7, 8 años, entonces la curva de aprendizaje ya está superada.
Que las artesanas sean reconocidas como creadoras es otro de los propósitos de la organización, comenta esta egresada de la UNAM.
—¿Y de qué otra forma las promocionan?
—En nuestras redes sociales, en nuestra página, siempre están ellas, porque creemos que el diseño artesanal en nuestro país es muy importante y es muy importante visualizarlas como las dueñas del textil, dueñas de sus diseños y, al final, lo más importante como proyecto es visibilizarlas como creadoras, diseñadoras, dueñas de estas técnicas y de estos textiles.

En la plática también participa la antropóloga Daniela Gremion, también directiva de Fábrica Social, quien insiste en apuntar en que cada pieza es única. Entonces habrá que observar cada prenda para distinguir su singularidad, su tejido, el bordado, mientras que en cada etiqueta posee la información detallada, incluido el nombre de la autora y la etnia a la que pertenece. Aquí, por ejemplo, se insiste, no hay maquila de bordado.
—Piezas únicas…
—Sí, claro; si vienes a la tienda puedes corroborar que la iconografía no se repite, y son ellas, las artesanas, las que escogen sus gamas de color, su iconografía dentro de un modelo
—Y ellas tienen libertad.
—Yo creo que las artesanas son artistas; siempre están imaginando, quieren probar cosas nuevas, quieren platicar cosas nuevas. Y parte de nuestro objetivo, parte de nuestra misión, es respetar la libertad creativa de cada una de estas artesanas; que ellas tengan la libertad de contar a través del dibujo, a través del color, a través de su interpretación, pues es su oficio.
—Me gustó cuando dijiste “platicar”…como si estuvieran contando en la tela, con sus tejidos— se le comenta a esta egresada de la Ibero.
—Sí, si, al final cuentan historias.
