En avenida Peralvillo vive la familia Hernández Ángeles, cuyo patriarca, nacido hace 90 años, aprendió de niño el oficio de talabartero y durante mucho tiempo hizo llaveros que la familia vendía en México y exportaba a Estados Unidos; más tarde fundó un taller donde hasta la fecha hacen equipos para boxeo. Ciro es su nombre y iene una lucidez y una dicción envidiables. Le falla un poquito el oído, pero eso no es problema, pues parece leer los labios de su interlocutor. De su humor, ni se diga: dice que quiere conocer a las modelos del Canal 6, para luego sonreír y cerrar los ojos como si algo agradable pasara por su mente; pronto alza las pestañas y retoma el hilo de la plática, la cual escucha su hijo Alejandro Hernández Ángeles, quien sonríe y mueve la cabeza con gesto de aprobación y respeto hacia su padre, como cuando alguien se quita el sombrero en señal de respeto.

El cámara-carnal Rodrigo Díaz sostiene un equipo que apenas puede manipular en ese angosto espacio con vista a la avenida Peralvillo. El trípode lo hace tropezar un poco sin demeritar su profesionalismo. Hay una larga mesa con material encima; alrededor, máquinas coser y guantes de boxeo de excelente calidad que les ha permitido exportar y maquilar para conocidas marcas. El sello de la casa, Profesional Ángeles, hecho en México lo han lucido en sus puños combatientes de Tepito y de otros barrios, no solo de México, sino de Europa y del continente Americano. Son pocos trabajadores. Padre, hijo, nieto y dos afanosas mujeres que pedalean con precisión mientras las filosas agujas pasan por los pliegues y con un acabado similar al de las grandes firmas que lucen sus productos de piel en aparadores de lujo.

Don Ciro Hernández Ángeles comenta: “En Brasil, la segunda religión es el futbol soccer y en México la segunda religión es el boxeo”. Lo dice con prudencia y convicción. Lo ha vivido. “En cualquier parte de la república que vaya uno, hay muy buenos boxeadores”. “Entonces, lo que nosotros fabricamos es una consecuencia de todo aquello”.

En este taller todavía trabajan con algunas máquinas de coser que datan de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto bélico que duró de 1939 a 1945, informa Hernández, para quien la característica en este trabajo es “calidad y estética”, sin jactarse de ser ellos los mejores.
“Se deben reunir muchas cualidades para competir con los demás fabricantes”, reconoce el hombre, “pero yo puedo decir, con mucha satisfacción y con mucho orgullo, que los mejores guantes de boxeo se fabrican aquí en México”.
—Don Ciro, a qué edad y en qué año empieza usted.
—Exactamente no recuerdo la edad, pero a los quince años yo ya sabía mi oficio al derecho y al revés.

Es verdad que hay buenas marcas en otros países, pero aquí tenemos excelente materia prima disponible, por lo que las nuestras no les piden nada a las extranjeras, dice este hombre que, a pesar de sus 90 años y de haber empezado a trabajar de niño, no tiene ningún rictus de amargura y sí, en cambio, por su memoria pasan recuerdos buenos, empezando por sus chispeantes comentarios que escuchan su hijo Alejandro y el hijo de éste, Josué Alejandro Hernández Toscano, estudiante de la Escuela Superior de Comercio y de istración, ESCA del IPN, también integrante de la empresa.

Y es que en este pequeño pero productivo espacio trabajan representantes de tres generaciones: padre, hijo y nieto, además de mujeres que realizan un trabajo impecable.
—Eres parte importante de una dinastía— se le comenta a Alejandro Hernández Ángeles, jefe de producción.
—Sí, así es; de hecho yo…vengo siendo la tercera generación. Mi padre es el que fundó, el que nos dio las bases haciendo equipo de box. Empezó haciendo llaveritos de boxeo… que se hacían con piel de perro. Y de eso vivimos muchos años. Nosotros éramos unos niños cuando él hacía eso.
En aquellos tiempos el jefe de la familia también hacía manoplas para cátcher de beisbol y colguijes de piel.
—Así empezó todo.
—Era parte de su oficio, de la talabartería que él hacía. Él, en una semana, armaba 500 pares de llaveros. Mucho se iban a otras partes de la República y también se exportaba al gabacho…Se sabía el oficio de cabo a rabo.
Y a partir de aquel oficio saltaron a la fabricación de guantes profesionales de boxeo entre toda la familia, ya como una pequeña empresa.
“Es lo que hacemos actualmente, equipo profesional, y lo empezamos a hacer por como por el 98, más o menos. O sea, nosotros, tenemos como 30 años haciéndolo”, comenta Alejandro.
—Eres parte importante de una dinastía.
—Sí, así es; de hecho yo…vengo siendo la tercera generación. Mi padre es el que fundó, el que nos dio las bases haciendo equipo de box. Empezó haciendo llaveritos de boxeo… que se hacían con piel de perro.
Y nos marchamos de este sitio que reúne a generaciones también dedicadas a la fabricación de equipos para artes marciales, caretas, manoplas, gobernadoras, peras, costales y, sobre todo, guantes de diferentes medidas, precios y colores, colores que son un deleite para la vista.
