“Nosotros (ahora) estamos dando cuenta de lo que se depositó en la urna, el análisis ese (sobre los acordeones) se hará después”.
Así zanjó por el momento Guadalupe Taddei, presidenta del Instituto Nacional Electoral (INE), la cuestión más espinosa de los comicios celebrados el domingo pasado.
Esta dependencia recibió 29 quejas por el empleo de tales listas o guías de votación, diseñadas para inducir el sufragio. A pesar de que, en los días anteriores a la elección, el Consejo del INE emitió medidas cautelares para inhibir la circulación de dichos documentos, hay evidencia de que durante la jornada los mismos contenidos fueron difundidos desde al menos cuatro dominios de internet.
El hecho más grave es la tremenda simetría observada entre los resultados finales de la elección y la información proporcionada por los acordeones. El empleo de estos documentos afectó principios clave del sistema electoral: provocaron inequidad y también indujeron indebidamente el voto.
Existe evidencia sobre el reparto de tales guías a cargo de funcionarios públicos, entre ellos los servidores de la nación.
Taddei sabe que llegará el día en que ni ella ni sus colegas podrán patear el balón: o bien investigan a fondo el expediente de los acordeones, o dan la espalda a esa responsabilidad para evitarse una confrontación con el oficialismo.
Jurídicamente no hay dilema. La Comisión de Quejas y Denuncias del INE debe investigar hasta dar con quién elaboró estos materiales, encontrar a quién los distribuyó; también habría de descifrar los distintos mecanismos a partir de los cuales se difundió esta propaganda.
Se esperaría, obviamente, que tal responsabilidad fuera ejercida respetando la autonomía del INE. Sin embargo, la degradación de la vida democrática del país lleva a albergar temores sobre el desempeño de los funcionarios del instituto a este respecto. Saben bien las consejeras y consejeros que una investigación a fondo podría confrontarlos con la Presidencia y eventualmente con el Congreso de mayoría morenista.
Zoom: Terminarán concluyendo en el INE que, para salvar a esa institución de ser arrasada, igual que sucedió con el Poder Judicial, mejor sería dejar en paz el affaire de los acordeones.