Es una imagen que trascenderá nuestro tiempo. Las banderas de México y Estados Unidos, hondeando en elipsis simétrica, mientras sus portadores intentan sobrevivir al humo que ha penetrado sus pulmones.
Los manifestantes exhibieron estos símbolos de su doble identidad mientras eran atacados en la ciudad de Los Ángeles por la Guardia Nacional.
Al ser lanzadas, el ruido de las bombas humeantes sonó similar al de una metralla. El resto del relato también parece de guerra.
El conflicto comenzó el viernes pasado cuando la policía migratoria (ICE) habría cazado a varias decenas de personas en siete barrios distintos del centro y del sur de Los Ángeles.
Corrió veloz la noticia de que, entre los detenidos, se encontraba David Huerta, presidente en California de un poderoso sindicato que representa a personas trabajadoras del sector salud y los servicios públicos.
Durante este episodio el líder sindical resultó herido. Esto provocó que la gente se organizara para protestar porque la autoridad perfiló arbitrariamente a los detenidos por su apariencia física y su nombre de origen latino, más que por su estatus migratorio.
Ayer domingo, cerca de 800 personas decidieron manifestarse pacíficamente, en pleno corazón de Los Ángeles. No agredieron, no provocaron y no violentaron a nadie. Ordenadamente hicieron ejercicio de su legítimo derecho a la protesta. La Guardia Nacional respondió con un despliegue de 300 efectivos y rifles cargados con humo.
Horas antes, el presidente Donald Trump amenazó con que su gobierno estaba dispuesto a tomar “todas” las acciones que fueran necesarias para liberar a Los Ángeles de “la invasión migrante.”
¿Qué medidas pueden ser esas cuando dicha ciudad californiana es, sobre todas las cosas, una ciudad migrante?
Gavin Newsom, gobernador de California, explicó bien lo que está pasando: “Trump está fabricando una crisis, inflama el caos para luego justificar mayores intervenciones”. Coincidió al respecto Karen Bass, alcalde de la ciudad: se trata, dijo, de un “escalamiento deliberadamente caótico.”
Zoom: Es, en efecto, un espectáculo bien calculado para alimentar el miedo y con ello potenciar el poder autoritario. La primera página de un libro al que lamentablemente le faltan muchas tragedias aún por ocurrir.