Nunca hago esto. ¿Qué? Escribir una segunda columna sobre un mismo tema inmediatamente después de haber publicado la primera.
Perdón pero esto es una emergencia periodística y yo tendría que ser el peor crítico del mundo si no profundizara en “Chespirito: sin querer queriendo”, la nueva serie de la plataforma MAX.
Pocas historias de pocos personajes representan tanto para tantísimas personas en tantísimos países como la de Roberto Gómez Bolaños.
Chespirito, nuestro “Shakespeare-ito”, fue un ser de luz que supo salir adelante en momentos oscuros, el más digno heredero de Chaplin, de Cantinflas, de la grandiosa cultura popular mexicana.
Sólo que con algo que hizo la diferencia: la televisión.
Don Roberto fue el Chaplin de la televisión latina, el Cantinflas de la industria más poderosa del mundo. Sin él, nuestras pantallas jamás hubieran llegado a donde llegaron. Sin él, Televisa no sería ni la mitad de lo que es ahora.
Porque las noticias se olvidan, pero la ficción perdura y en el caso específico de la comedia, de la gran comedia, de la maravillosa comedia familiar, queda una marca imborrable que pasa de generación en generación.
Si no me cree, mire cómo las nuevas generaciones mueven el dedo índice cuando quieren decir que sí, escuche algunas de las frases más ingeniosas que utilizan.
Todo eso y mucho más, no lo aprendieron de los programas de Chespirito (porque no les tocaron). Lo aprendieron de sus padres y de sus abuelos que crecieron viendo a Chespirito.
¿Cuál es la nota? La combinación de inteligencia y sensibilidad de los directores y de los actores de “Chespirito: sin querer queriendo”.
Deje usted la responsabilidad, el peso moral y todas esas cuestiones. Julián de Tavira, Rodrigo Santos y David Ruiz, los directores de esta joya, supieron contar bien una historia complicadísima.
¿Por qué? Porque se desarrolla en muchos lugares en muchas épocas al mismo tiempo.
Y cada espacio y cada momento tiene su tono. Y ninguna actriz, ningún actor, podía dar lo mismo en cada escena.
No me quiero imaginar el reto cerebral para ordenar todas esas ideas y todas esas emociones.
No me quiero imaginar el infierno que fue llevar la secuencia lógica de esos guiones tan complejos sin dejar de pensar en las audiencias.
Por eso “Chespirito: sin querer queriendo” conecta. Por eso cuando vemos las hojas volando, cuando vemos lo del gorro en la carpa, cuando vemos la vieja televisión, nuestra piel se enchina.
Por eso cuando vemos a las poderosas mujeres de los años 50, cuando vemos a los jóvenes defendiendo su vocación frente a sus padres, sentimos que somos nosotras, que somos nosotros.
Eso sólo lo logra un buen director. Eso sólo lo logra un grandioso equipo de directores. ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravísimo!
Ahora, si me permite, voy a mencionar a Pablo Cruz, Iván Aragón, Macarena García Romero, Karina Gidi y Roberto Gómez Fernández. No menciono más, por razones de espacio.
Pablo Cruz interpreta a Chespirito adulto. Yo sé que medio México peleó por ese papel. Me encanta que sea Pablo porque si bien tiene una trayectoria, no es “una estrella más del Canal de las Estrellas”.
Eso le da la oportunidad de brillar a alguien “nuevo”. ¡Gracias! Pero eso, además, le da otro tipo de credibilidad al personaje. Hace que veamos a don Roberto, no a Pablo haciéndola de don Roberto. ¡Bien!
La vida de Pablo jamás volverá a ser la misma y si yo fuera él, me iría corriendo de México a hacer una gloriosa carrera internacional porque aquí las envidias se van a poner muy feas y en otros lugares encontrará más respeto, más oportunidades y otras posibilidades.
Pablo Cruz lo hace excelente. Hay algo en su trabajo corporal que hace la diferencia. Hay algo en su energía que se siente. No lo pierda de vista.
Iván Aragón, Chespirito joven, no canta mal las rancheras. Lo he visto en muchos trabajos muy diferentes pero aquí, ¡qué barbaridad!, no se puso a imitar. Se puso a crear. Lo hizo estupendo.
Macarena García Romero es lo más divino que la ha pasado a las mujeres, en una serie latinoamericana, en muchísimo tiempo.
Ella interpreta a Graciela Fernández joven, pero lo hace con una dignidad genuinamente diferente. Por eso me atrevo a hablar de ella como un fenómeno femenino.
Yo había visto a Macarena en trabajos completamente diferentes. Que si “Control Z”. Que si “Señora influencer”. Aquí da cátedra de actuación y que una chica tan joven dé cátedra de actuación, créame, es un acontecimiento. ¡Inmensa!
Ver a Karina Gidi siempre es un agasajo pero verla aquí le da una categoría mucho muy atractiva a esta serie.
Y no sólo es por el nombre. Es por la fuerza. Darle vida a una madre mexicana no es cualquier cosa. Se han cometido muchos errores en ese sentido. Karina no se podía permitir caer en el lugar común.
Su trabajo es exquisito. Nos afecta. Nos duele. Nos pone a pensar. Nos hace abrazar a las mamás de nuestras mamás. Nos hace entender el porqué de muchas cosas. La ovaciono de pie.
Por último, sí quisiera abrir un paréntesis para hablar de Roberto Gómez Fernández actuando aquí.
Es la serie de su padre. Es la serie que él escribió (junto con su hermana Paulina). Es muy fuerte, pero al mismo tiempo, muy bonito, verlo a cuadro.
Es un sello de garantía, de compromiso, de amor. Además, lo hace lindo. Debería actuar más.
¿Está usted de acuerdo con lo que le estoy diciendo? ¿Qué piensa de las otras actrices? ¿De los otros actores? Ojalá que pronto también le pueda escribir de ellas y de ellos.
Luche con todas sus fuerzas por ver “Chespirito: sin querer queriendo”. Le va a gustar. De veras que sí.