De la farsa que no quiero escribir

Llevo horas pensando cuál debería ser el eje de mi colaboración. El país se ha convertido en un territorio tan sobrepoblado de temas urgentes, que elegir uno es también dejar de hablar de otros tantos que lo merecen. Pero algo hay que decir. Algo hay que escribir.

Podría hablar, por ejemplo, de la farsa electoral que se vivirá este domingo 1 de junio bajo el disfraz de una "consulta judicial", ese simulacro de participación con el que el Gobierno federal pretende legitimar la selección de jueces, magistrados y ministros como si la justicia pudiera nacer de un proceso viciado desde su origen.

También podría abordar el uso de recursos públicos, el acarreo institucional, los "acordeones" con nombres marcados, los grupos de WhatsApp donde se da línea, y los sindicatos —como el SNTE— convertidos de nuevo en operadores políticos. Podría hacerlo, porque todo eso está ocurriendo frente a nosotros, sin el menor pudor.

No sería mala idea, tampoco, exponer el papel penoso de una oposición que dejó de oponerse desde hace tiempo. Una clase política que se volvió cómoda, indolente, cómplice por omisión. No por nada este país se desliza como un microbús sin frenos por una pendiente autoritaria, con apenas unos cuantos que aún intentan sostener el volante.

Mencionar a los emperadores disfrazados de noroñas, a las piratas fungiendo como ministras y a funcionarios, políticos que tienen como mantra, “no somos iguales”, cuando han demostrado con creces ser iguales o peores a los que han desplazado del poder o que han engullido por los intereses de cada bando.

Podría escribir todo eso. Pero esta columna no quiero que sea sólo un inventario del desastre.

Pero mejor deseo hacer un planteamiento que puede sonar a ingenuidad o simpleza: a pesar de todo, aún hay esperanza.

Sí, aunque suene candorosa la propuesta, creo que algo nos queda. Porque la democracia no es un papel, ni una boleta, ni siquiera una urna. Es una convicción que debe habitar en los ciudadanos, sobre todo en los que no se rinden.

Es una idea que no desaparece aunque traten de borrarla. Es una fuerza que se reactiva cada vez que alguien dice “esto no está bien” y se atreve a contarlo y a denunciarlo.

Así que sí, podría hablar de muchas cosas hoy. Pero termino escribiendo de lo único que importa: de nosotros. De la sociedad. Del poder que aún podemos recuperar.


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Víctor Hugo Martínez
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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